Reseña: Klimt, de Cornette y Marc-Renier

A mi chica, mi novia, la que es desde hace casi veinte años mi mujer, no le gustaba mucho estudiar Historia del Arte en el instituto. Sin embargo, siempre estuvo enamorada de un lienzo. Un cuadro de Klimt que se llama El Beso. ¿Por qué cuento esto? Muy fácil. Para mostraros la belleza de la cultura, lo que siginifica para todo ser viviente, pese a que no seas forofo, ni fan, de un tema. Desde entonces, en casa tenemos un cojín en el sofá con la representación del lienzo de Klimt. También le regalé unos pendientes y un colgante con esta misma ilustración. No nos gusta mucho El Retrato de Adele Bloch-Bauer (también conocida como La dama dorada o La dama de oro) porque es un rostro, una pintura que da cierto miedito. Pero sí que nos encanta también Danaë. Un óleo de Gustav Klimt, creado en 1907 que es ejemplo del simbolismo, la excelencia del amor divino, la trascendencia, la belleza del cuerpo de la mujer. Decidme ahora entonces si no era vital para mí, leer, degustar y reseñar, en esta magnífica colección que está publicando Norma Editorial sobre grandes pintores, autores de renombre en formato cómic; si no era súper indispensable ponerme con Klimt. Todos los matices de la vida de este genial artista en un cómic inolvidable como bien alega su sinopsis editorial.

Este es el retrato de un pintor bohemio que amaba el arte tanto como a las mujeres. Vivió en Viena, inmiscuido entre la rica burguesía y muy cerquita del famoso doctor Sigmund Freud. Conoceremos en este cómic cómo pintó su cuadro más famoso (El Retrato de Adele Bloch-Bauer), de la que hay que decir que su esposo era un rico mecenas de la industria azucarera. Y mientras leía el cómic me pregunté dónde había visto esta pintura recientemente. Y fue en la película La Dama de Oro con la excelente Helen Mirren, porque esta obra había sido confiscada por los nazis durante su locura asesina contra los judíos. Y es que fue necesaria una larga batalla legal a finales de los 90 para que la heredera recuperara la posesión de la propiedad robada (posteriormente otorgada por 135 millones de dólares a Ronald Lauder, el propietario de los cosméticos Esthée Lauder). Pero en lo nuestro, me encuentro que el guión del cómic describe bastante bien la fase de composición con esta reina egipcia cubierta de oro y joyas suntuosas. Es cierto que hay algunas fases ligeras, pero la lectura del cómic es una trama agradable de principio a fin.

También ayuda conocer a Gustav Klimt, cuya fama se elevó bastante tras su muerte (como suele pasar en la raza humana). Vivió un estrepitoso escándalo durante la exposición en 1901 de su cuadro Medicina, que fue criticado por la crítica, nunca mejor dicho. Obviamente, pero también curiosamente, los médicos tenían un problema con las mujeres desnudas. Por Filosofía, Klimt ya recibió palos por todas partes por plasmar gente desnuda abrazándose en una especie de orgía desbocada. Ochenta y siete profesores universitarios incluso presentaron una petición ante el Ministerio solicitando quitar sus pinturas de ciertos sitios, así que el artista no lo tuvo fácil para que aceptaran Medicina, más aún cuando repitió el concepto de cuerpos flotantes (la vida), un esqueleto (la muerte) y la figura femenina que representa a Hygeia, diosa de la curación, la limpieza y la sanidad (de ahí viene la palabra «higiene»). Vestida con una túnica decorada al estilo Klimt, la diosa tiene una larga serpiente enroscada en su brazo derecho que bebe de su copa. Nos mira de forma solemne y nos da cierta seguridad. Es una maravilla. Pero hay friends, los conservadores…

Este cómic vuelve a ser maravilla para mí por muchas cosas. Es la esencia del arte dentro del noveno arte. En términos de diseño, podemos arrepentirnos de los colores demasiado apagados pero el resto, el contenido y gran parte del continente, es bastante satisfactorio. Cada vez más enamorado de esta colección que Norma Editorial está editando. Además, Klimt sigue siendo noticia a día de hoy porque dos jardineros han encontrado una de sus obras que fue robada hace casi veinte años.

Pasen y vean, como se decía antes en los museos.