Reseña: Tintín. La Oreja Rota, de Hergé

La añoranza siempre nos pide volver a leer, lo que una vez fuimos…

La Oreja Rota es una pequeña aventura que le permitió a Hergé divertirse un poco saltándose el atolladero político con el que normalmente usaba sus cómics. Un guión más liviano, pero jocoso y bien ideado si se analiza en profundidad. Definitivamente, es uno de los pocos álbumes que gana con el paso del tiempo. La Oreja Rota, leído con ojos de adulto, es una pequeña y extraña historia de Tintín. Por un lado, comienza como una especie de aventura misteriosa, con un artefacto robado de un museo y luego reemplazado la noche siguiente, con una pequeña nota pidiendo disculpas como si de una broma infantil se tratase. Algo común, así que las autoridades deciden seguir su día a día -«sin prisa, pero sin pausa»-. Pero nuestro Tintín no está nada convencido con lo ocurrido y… Bueno, me encanta ese comentario que hacen muchos críticos de cómics sobre el maestro y que viajó a sus propias historias: «Hergé no se va por la borda…». Por lo que probablemente sea mejor ignorar algunos de los agujeros de trama más obvios (¿Por qué robar el artefacto y reemplazarlo más tarde? ¿Por qué no robarlo y reemplazarlo al mismo tiempo? ¿Cómo es que, en un museo poblado de historiadores, un joven periodista es el único que nota el error?); estos elementos son todos necesarios para que Hergé establezca su atmósfera misteriosa y eso nos debe valer. Para colmo, La Oreja Rota tiene todas las características de típico thriller pulp, esos tan molones que nos encantan a algunos, y por los que estiramos nuestra suspensión de la incredulidad.

Según la policía, el caso está cerrado», informa Tintín en la redacción, «pero esa no es mi opinión…»; y así comienza el viaje del periodista más famoso del noveno arte. La Oreja Rota es el sexto álbum de la colección (que se pueden leer independientes por si alguno os lo preguntáis) que Editorial Juventud tiene en su catálogo actualmente. Una de las primeras historias en las que Tintín todavía es reportero, pero donde comienza a dejar de lado un poco-bastante el tema para adoptar el modo investigador. Y lo mejor es, que provoca que nos interesemos por lo mismo que a él le llama la atención. Un buen impulso que en este caso nos lleva a viajar a América del Sur, una buena trama que me recordó bastante al maravilloso misterio de Los Cigarros del Faraón, uno de mis favoritos.

Y es que me encantó de La Oreja Rota, lo tío-duro que Tintín se vuelve aquí; al ver a un matón irrumpir en su casa, Tintin saca una pistola y se sienta en un cómodo sillón. Sólo le falta un brandy en la otra mano y ajustarse el borsalino antes de apuntar al insensato. Y comienzan una serie de acusaciones. Es posiblemente el Tintín más duro que he visto en una escena. Dicho esto, se hace bastante claro desde el principio que el maravilloso sentido del humor sesgado de Hergé va a tomar asiento, y si bien el artista nunca podría ser acusado de tomarse a sí mismo (o su escritura) demasiado en serio, La Oreja Rota, es quizás la primera entrega que podría describirse legítimamente como una «comedia» en lugar de «aventura con toques de comedia». El autor hace algunas observaciones maravillosas sobre la fiebre revolucionaria que azotó a Sudamérica durante los años treinta, y la historia incluye lo que podría ser uno de mis chistes favoritos de la serie, con Tintín atado y frente a un pelotón de fusilamiento, el país derrocado y él liberado, pero antes de que pueda ser desatado, el país vuelve a estar bajo el mismo gobierno otra vez. Es brillantemente absurdo y demuestra la habilidad de Hergé con este tipo de situaciones surrealistas.

Y más que una pizca de chistes sobre los intentos de asesinato en duelo que inevitablemente fracasaban, un loro que identifica a un asesino y un explorador con el «pasatiempo favorito» del ventriloquismo. De hecho, toda la trama secundaria del petróleo alrededor del Gran Chapo sería una farsa si no se basara en la historia real de la Guerra del Gran Chaco, donde las compañías petroleras mpulsaron a dos naciones a la guerra por un petróleo, que al final ni existía.

Un álbum de Tintín que no había leído. Otra joyita del maestro belga.