Reseña: La Espera, de Keum Suk Gendry-Kim

De esas veces que uno empieza la casa por el tejado y debido a las buenísimas críticas de Hierba, no se puede contener, no puede esperar y decidí leer y reseñar este tomo magnífico que edita Reservoir Books que no es otra cosa que La Espera, la nueva historia que parte de la cabeza de la surcoreana Keum Suk Gendry-Kim y que con mucha implicación histórica nos sumerge en ese ejercicio político de discernir cómo el ser humano, en dos países que en realidad son uno solo; como dos vecinos que son familia pueden llegar a odiarse tanto. Y todo por culpa de otros.

Keum Suk Gendry-Kim (1971) salió de Corea del Sur en 1994 y estudió pintura en Estrasburgo. Vivió en París durante casi veinte años donde empezó a colaborar en varias editoriales traduciendo obras del coreano a la vez que produjo algunos títulos para niños inéditos en el país galo. Pero volvió a su país natal y recibiendo una fuerte influencia de mangas shojo como The Generous Bandit, de Lee Doo-ho y los cómics de Lee Hee-jae; decidió crear y lanzar lo que ha sido su mejor obra a nivel mundial. Os hablo de Grass (Hierba), con la que obtuvo en 2019 una mención especial en el premio Bulles d’Humanité que da el diario L´Huimanité y en 2020 un Premio Harvey a Mejor Libro Internacional. Y es que a menudo, hemos oído hablar de Corea del Norte, ese país que se ha vuelto extraño y anacrónico a fuerza de haber permanecido tantas décadas bajo un cristal, gracias a una dictadura de opereta que pretende hacer del comunismo un escaparate para el mundo. Pero recordad, que al igual que la denostada mención que hiciera USA en los años 50 de este concepto político, estamos ante un comunismo mal interpretado o llevado al terreno de lo dictatorial. Dicho esto, se escucha hablar mucho menos del periodo importante de la historia en el que Corea fue dividida en dos por una frontera extremadamente estrecha que ni siquiera el canto de los pájaros parecen poder cruzar.

En La Espera la historia comienza en 2018. Madame Lee tiene más de noventa años y parece «doblada» bajo el peso de los años. La anciana se dedica a sus asuntos con dificultad en su pequeño habitáculo, medio ciega, debido a una catarata mal tratada, luchando constantemente con los controles remotos que le brinda la actualidad. Su hija, ocupada con un trabajo en el que pagan muy poco, no siempre tiene tiempo para cuidarla, y se lo reprocha mil veces. Pero a pesar de sus inconvenientes relacionados con la edad, la señora Lee quiere seguir siendo coqueta y se aferra a la vida, pues mantiene la íntima esperanza de volver a ver a su hijo y a su esposo, a quienes perdió durante el éxodo durante la Guerra de Corea, a principios de los 50. Fue terrible aquel momento. El de apartarse para darle el pecho a su infante y ver que habían desaparecido cuerpo y bienes sin dejar rastro alguno. Todo, en medio de la aglomeración de civiles que huían del Norte retenido por los comunistas. Cinco cortos minutos que bastaron para separar a una familia para siempre…

Madame Lee pasa lo que le queda de vida esperando. Esperando a esa familia que tiene en el lado equivocado, cautivos de esa prisión al aire libre en la que se ha convertido Corea del Norte. Terrible historia que si dejas que fluya, sufrirás en tus carnes el dolor del anhelo de la señora Lee. Keum Suk Gendry-Kim traslada demasiado bien el dolor en un guion que deja desconcertado. No sé si La Espera habrá permitido a la autora (sur)coreana reconciliarse consigo misma y superar la culpa que la atormentaba pero, sin duda, volvemos a estar ante un manhwa súper recomendable. Un guion de éxito. Un magnífico homenaje de emoción contenida, sin lágrimas inútiles de las que ya no brotan de una mujer fuerte. Como dijo alguien: «La piedra nunca se quejó».

Reseña: Involución, de Max Brooks

Son curiosas ciertas cosas; existen miedos que te increpaban de niño de los que si consigues retrotraerte exactamente a esas mismas sensaciones, vuelven a ponerte el vello de punta. Recuerdo, por ejemplo, que una de las figuras legendarias del misterio en USA como es el entorno Bigfoot, nunca me produjo miedo hasta que vi en televisión aquellas imágenes de alguien que grababa desde su cabaña en el bosque una enorme sombra que les observaba. Y me dio miedo no por la figura en sí, sino por que aquella situación de atosigamiento, de acoso, desprendía naturalidad y terror. Y en mi mente de chaval mucho peor, pues en mis elucubraciones, ni siquiera creía que aquello fuera un mono gigante perdido con leyendas indias detrás, sino algo peor. Y ahí es donde entra Involución, el nuevo libro de Max Brooks, que tanto tiempo llevábamos esperando algunos, tras su exitosa Guerra Mundial Z (para mí el mejor libro de zombies escrito. Involución es otra novela epistolar, pero hecha de tal modo, con esa maestría que le caracteriza, que se vuelve una lectura apasionante. Llena de tensión, con algunos personajes cautivadores y bastantes sustos o escalofríos muy originales; por que además es también un libro realmente fuerte, tanto que sus conceptos generales ya asustan.

Siendo sincero, no estaba realmente seguro de qué esperar cuando comencé a leerlo. Disfruté mucho de Guerra Mundial Z y no quería que se aprovechara el mismo formato de escritura para contar otra cosa con «menos gracia”. Y me alegro de equivocarme, pues con solo el cambio de algunos matices, tiene un tono diferente. Involución tiene un personaje principal identificable: Kate Holland. Es su historia la que estamos leyendo, directamente de un diario que se recuperó en algún momento después de los acontecimientos de la novela. Aunque «el ficticio Max Brooks» ha incluido algunas «fuentes externas», en forma de entrevistas que ha realizado con otras personas y extractos. El hecho de que la mayor parte de la novela provenga directamente del diario de Kate ayuda a que la narrativa tenga enfoque más directo. Básicamente, escrita en primera persona, es una forma mucho mejor de contar una historia de la que se espera mucha tensión. En estas páginas, Max Brooks saca a la luz los diarios de la residente Kate Holland, recuperada de la desolada ciudad tras la masacre de Greenlop. Reproduciendo fielmente sus palabras junto con sus propias investigaciones sobre la masacre que siguió y las legendarias bestias que brotaron de ella. Si lo que Kate vio en esos días es real, entonces debemos aceptar lo imposible. Debemos aceptar que los monstruos siempre convivieron con nosotros y que gozan de una terrible fuerza y ferocidad. Pues Involución tiene una trama significativamente convincente que además está llena de algunos personajes realmente interesantes.

Comienza como cualquier cantidad de historias de desastres: con una configuración rápida de la situación, en este caso, la erupción del Monte Rainer y como todo se desmorona. Con personajes que se sienten reales, cada uno de ellos con el propósito de la supervivencia y en menor medida de ayudar a la comunidad. Mola conocerlos antes del desastre y de su encuentro con el Mal. Todos con sus gustos y preferencias y, por supuesto, con sus defectos. Se sienten como personas que quizás conozcas y es una excelente manera de hacer que te preocupes de inmediato por ellos. A pesar de que todo el diálogo es técnicamente lo que Kate recuerda, Brooks hizo un gran trabajo. Y se ve que hay un enorme esfuerzo en que cada personaje tenga una voz única e identificable. Igualmente natural es la forma en que se desarrolla la trama. Todo sucede muy rápido, como seguramente sería vivir una experiencia así de primera mano. Los personajes reaccionan de una manera absolutamente lógica según su personalidad, y cada vez que empiezas a preocuparte que la acción pueda estar disminuyendo, Brooks arroja una nueva incertidumbre y te pone nuevamente en alerta.

Como os habréis dado cuenta. no quiero entrar en demasiados detalles sobre la trama. Ya sabéis que todo lo sucedido tiene algo que ver con la presencia del Bigfoot, ¿y sabéis cómo va a terminar? Ya os aseguro yo que todo lo demás es sorprendente. Y convincente. Lo más difícil en estos casos.

Involución te hará plantearte demasiadas cosas. Historia bien escrita, interesante y aterradora, ¿se puede pedir más?