Reseña: El Porteador, de Armand y Roulot

Después de revisitar el western con Sykes y Texas Jack, Armand cambia de universo y opta por una historia de Ciencia Ficción, aunque la estructura de El Porteador y la psicología del personaje principal son muy similares a las de un western. Este famoso Porteador es un personaje bastante cercano en apariencia y carácter al pistolero de labios apretados interpretado por Clint Eastwood en la «Trilogía del Dólar», de Sergio Leone. Por lo que mola ya desde la primera vez que te topas con él. Así tenemos un cómic que nos trae Ponent Mon, un integral que recopila los álbumes originalmente publicados, un cómic apocalíptico de los chulos e indispensable para los amantes de esta temática… como yo.

En un mundo pos-apocalíptico, el legendario Porteador va a caballo a cumplir las misiones que le encargan. Porque nadie se atreve. Un virus se ha extendido por la tierra; el óxido ha atacado al hierro, destruyendo poco a poco las infraestructuras, los vehículos, las herramientas… El metal se desmorona en todas partes y nuestra civilización ha vuelto a edades antiguas. En este mundo brutal de inquisidores, seres mutantes y ruina en un escenario medieval de atmósfera apocalíptica que recuerda a Mad Max, el legendario y enigmático Porteador encarna la única esperanza para muchas personas ofreciéndose a cumplir todas las misiones que se le encomienden. ¿El girito? Lo tienes en que como pago por esas misiones este señor exige que quien se la encargue debe comerse un extraño y misterioso huevo…

Quizás más que un Clint Eastwood, en el modo de operar, el prota me recordó más a un Jeremiah pero sin Kurdy. Lo que me suele gustar de los cómics que describen un mundo pos-apocalíptico es a menudo la descripción que dan los autores, y más concretamente, el diseñador. Aquí reconozco que lo hicieron medianamente bien. Esa mezcla de Edad Media con referencias a Mad Max están muy logradas. El escenario del primer álbum es el de un volumen introductorio que deja muchas preguntas sin respuesta. De ahí lo de celebrar que Ponent Mon publique esta serie en formato íntegro. Estos señores de la BD no entienden que hay series que no se deben cortar. Mirar más por el lector y menos por la pasta. Por eso, cuando comprendemos las tramas al completo que se nos quieren contar, el cómic gana mucho. El Porteador desarrolla una atmósfera angustiosa y fascinante en torno a este universo deshumanizado con su cuota de violencia y oscuridad. Lo que no cuenta la sinopsis es que la epidemia no solo afectó a los metales sino también a los humanos debido al contenido de hierro en sangre. Lo que llevó a mutaciones genéticas a veces monstruosas como la de Nymph…

A primera vista, este cómic no tiene tantos elementos sorprendentes, varios cómics post-apo ya han mostrado este tipo de mundo destartalado y criaturas con trastornos genéticos, pero hay algo que hace que te aferres a la historia, al trasfondo general. Los autores entregan una visión oscura de la humanidad que está entre los mejores cómics post-apocalípticos que he leído. Tiene ese estilo de maldad que se puede encontrar en el maravilloso Hombre, de Antonio Segura y José Ortíz (un referente del género), al igual que lo que se puede encontrar en The Land of the Bomb, un mundo poblado bestialmente por mutantes degenerados que impresiona.

Y esta historia está maravillosamente traducida en imágenes por Dimitri Armand. Encuentro que su poderoso dibujo ha logrado un nivel alto aquí. Se percibe cierto encuadre estudiado. Se puede sentir que su dibujo se espesa un poco tras sus dos westerns, pero da el paso para parecerse a la vigorosa maestría de Swolf. La serie está diseñada según un sistema de ciclos de álbumes autónomos concluyentes de los que cada volumen sería una historia completa. Menos el primer álbum, como dije antes.

¿Un thriller de anticipación? Ya hemos vivido una pandemia y la hemos superado. A ver si la próxima no se parece demasiado a esto.

Reseña: Post York, de James Romberger

Las historias de ciencia ficción eco-apocalípticas están muy de moda. Lo que en USA se ha dado en llamar como Cli-Fi. Y el por qué es fácil. Este tema, de ciencia ficción, casi que tiene poco. Esa «realidad» la tenemos a un paso. Hemos vivido una pandemia en pleno siglo XXI y cada poco vemos que nuestro planeta nos considera ya como uno de sus mejores virus creados y a los que quiere destruir para no morir de éxito. Si va a permitir que la destruyamos, ella también nos dará “cariño”. Lo tengo claro.

Dentro de los cómics USA más recientes con este tema tuvimos Snowpiercer, un cómic distópico sobre una Tierra paralizada por una Edad de Hielo, que dio lugar a una exitosa película. Es quizás el más famoso título reciente del género. Pero el primer ejemplo de trama de eco-apocalíptica que puedo recordar que disfruté mucho fue Spaceman, publicado por Vertigo Comics en 2011, y escrito y dibujado por el genial tándem creador de la maravillosa saga 100 Balas. Sí, Brian Azzarello y Eduardo Risso. Spaceman contemplaba un mundo cálido e inundado, el planeta entero reducido a la podredumbre de los suburbios de Nueva Orleans tras ser devastado por el huracán Katrina. Y un prota que buscaba metales. Y un paraíso venido a menos en el que sobrevivían únicamente ricos frente a suburbio amurallado tras un enorme océano.

Post York fue una publicación del sello Berger Books de Dark Horse Comics que recién publica Planeta Cómic en nuestro país. Karen Berger fue la editora de Vertigo desde su comienzo en 1993 hasta su partida en 2012. Creó Berger Books en 2017. Cuatro años después, consideramos que la etiqueta de Berger Books es un claro indicio de cómics reflexivos y que a esta editora le encantan este tipo de historias. Y a un poco que tengan un mínimo de calidad, como es el caso de Post York, de James Romberger, las va a publicar. ¿Qué cuenta? Pues habla de nuestra amada tierra Nueva York. Donde la cadena alimentaria se ha vuelto sorprendentemente frágil. Visionamos una ciudad muy diferente a la que conocemos como la ciudad que nunca duerme. Entramos en la historia en el momento justo después del derretimiento de los casquetes polares. Conocemos a un señor solitario e independiente el cual junto con su gato navegan por una ciudad inundada. ¿La idea? Cada día, sobrevivir un día más. Cada mañana navegar en busca de comida, cruzándose con otros de esta mini-comunidad improvisada, desde forasteros como él hasta la élite depravada y despiadada que lucha cada uno a su modo por mantener una sensación de normalidad que para nada tienen.

Una ciudad ahogada en el pasado. Pero todo cambia cuando un día se topa con una misteriosa mujer y una ballena azul varada. Un giro de tuerca. ¿Serán uno la salvación del otro? ¿La destrucción? Post York es una fábula de proporciones épicas. Un one-shot que fue nominado a un Premio Eisner en 2013, cuya edición aporta un curiosa material extra. Post York tiene muchas cosas en común con Spaceman, salvo que sus conclusiones son, si cabe, mucho más lúgubres. Esas conclusiones se extraen de un tema de investigación real que el señor Romberger detalla en un epílogo que se aporta en este cómic. Como ejemplo, saber que ciertas partes de Nueva York están construidas sobre pura roca (de ahí que aguanten los cimientos de esos altos rascacielos) pero también su mayor parte subterránea es un enorme lago. Es decir, tierras que podrían colapsar en cualquier momento tras un fuerte evento climático…