Reseña: Lydie, de Zidrou y Jordi Lafebre

Como suele ocurrir, tenemos un cómic donde Zidrou plantea un escenario bien construido, que proporciona una lectura amena y fluida. Y como hace a veces se apoya en un dibujante cuya línea le viene al pelo de cada historia «dulce» que relata. El postulado inicial es bastante simple, pero si consigues devorar este llevadero álbum de un tirón, que es como lo recomiendo, creo que os encantará.

En Lydie tenemos a una mujer joven que da a luz a una niña que nace muerta. Pero ella cree en su nacimiento, en su existencia, y actúa como si realmente existiera. Mmmm…, ¿he visto esto antes en algún guion, no? Y claro. Logra persuadir a todos a su alrededor (hay una unidad de lugar, ya que todo sucede en un callejón sin salida como es la década de 1930, por lo que seguimos sólo un puñado de habitantes de un barrio de clase trabajadora y nos apegamos a él) para «hacer como si» estuviesen ignorando la realidad. Pero, ¿hasta qué punto de la realidad podemos inclinarnos con esta ilusión?

Tenemos un cómic que es bastante tiernucho para mi gusto. Una historia costumbrista que se lee bastante bien y un lado sensible que a menudo encontramos en los guiones de Zidrou. Aunque otras obras, al ser más extensas, se equilibran con la otra temática metida ya sea thriller, género negro, comedia o suspense, siempre sin llegar al terror. No sé, es un autor que quiero decir que no me suele enamorar lo que escribe pero el cual con cada nuevo título que llega a nuestro país, este que os escribe, ya anda loco por pillarlo y devorarlo. El belga tiene ese poder sobre mí.

Una historia que no deja de ser un supuesto homenaje a la bondad. Un cómic dulce y simpático, sin llegar a ser pasteloso pero que se devora como un pequeño caramelo. Lydie forma parte de esta serie de historias humanas que Zidrou desarrolla en un solo plano. Y debo decir que no me desagrada. Entre otras cosas porque a menudo se permite hacer ese tipo de historias que rápidamente podrían calificarse de tiernas pero que desprenden algo innegablemente agradable de leer, en particular, por ese lado humano lleno de ternura que predomina. Y porque Zidrou asume que quiere hacer el bien y desarrollar una historia que juega, sobre todo, con los sentimientos. Lo puedo culpar por el propósito, pero no por el principio. Y el éxito está en cómo lo termina. Zidrou consigue dosificar el conjunto para no hacerlo indigesto y encontrar el justo equilibrio entre patetismo y realismo, con unas bellas representaciones de humanidad. Aunque no estoy seguro de que si todo pasó tan rápido que no tuve tiempo de darme cuenta que llega a coquetear con el fantástico. Y no sé porqué, pero encontré cierta relación con otra obra suya como es Los Mentores (https://www.cronicasliterarias.es/?p=4744).

En cualquier caso, salí de este cómic con buen humor. Es el tipo de novela gráfica que te hace feliz y te pone una pequeña sonrisa en la cara. Y eso es muy difícil de conseguir, friends. Lo que no consiguió en su día (ya he recordado a qué se parecía), la serie de televisión Servant que trata el mismo tema. Y con intentos de ser terrorífica, sin llegar a conseguirlo.

Norma Editorial trae esta novedad de Zidrou. El dibujazo de Jordi Lafebre, a lo Disney en sus mejores años, es de escándalo.