Reseña: El Último Americano, de John Ames Mitchell

Para estar instruido en la buena Ciencia Ficción clásica, las imágenes de una Estatua de la Libertad en ruinas con un telón de fondo de la decadente Nueva York, no sólo te deberían recordar a un famoso final de una peli de monos inteligentes. Estaría bien que te llevaran también a pensar en una novelita súper curiosa de un tal John Ames Mitchell que escribía algo tan diferente como extraño en El Último Americano. Un título que Ediciones Obelisco acaba de rescatar y traer a novedades en su ya considerable colección de grandes clásicos de la CF.

Para vuestra información también vais a encontrar las visiones de una Washington D.C. pos-apocalíptica. No sólo la ciudad que nunca duerme se lleva flores aquí. Como he señalado en reseñas anteriores, la fascinación por la ruinas, por un mundo devastado y echado a perder, no es algo moderno que hayan puesto de moda las pelis de zombies o Last of Us. Fue una inquietud literaria que surgió en ciertos autores a finales del siglo XVIII. Pero hay que tener en cuenta que USA era un remanso en aquellos años de Revolución Industrial importada de Europa. El Nuevo Mundo (o la presencia occidental allí) era demasiado nueva como para que triunfaran historias que querían arruinarlo todo con visiones futuristas. Sin embargo, la primera obra de CF que se conoce con las principales ciudades estadounidenses en ruinas, es la breve sátira de 1889, El Último Americano, escrita por el editor, arquitecto, artista y novelista estadounidense, pero también cofundador, editor y editor de la revista Life original, el señor John Ames Mitchell (1845-1918).

El Último Americano se presenta como un extracto del diario de un almirante naval persa, quien con su tripulación llega al puerto de Nueva York, mil años después de la desaparición de Estados Unidos en 1990. Los persas, que tienen nombres burlones, comentan las locuras de la civilización perdida, mientras que ellos mismos son retratados como primitivos supersticiosos que hacen que los antiguos «mehrikans» se vean bien en comparación. En un mundo que ha sido devastado y América del Norte prácticamente aniquilada por los cambios climáticos.

La edición viene presentada en tapa dura e ilustrada con grabados de media página insertados en el texto y algunos grabados a página completa. Es una delicia que evoca a a aquellos grandes libros de aventuras que algunos leíamos de pequeño.

El Último Americano es por un lado, una mirada satírica a los usos y costumbres norteamericanos a partir de los restos que van encontrando los protagonistas persas. También parece ser una parodia de los descubrimientos arqueológicos que se estaban dando en aquellos años de finales del XVIII. Todos los persas y las ciudades tienen nombres ridículos que leídos en voz alta suenan a lo que en realidad son. Una novela que se encuentra en la literatura antiutópica de desastres, muy al estilo de Caesar’s Column, de Ignatius Donnelly o The End of New York, de Park Benjamin Jr. Aunque las Cartas Persas, de Montesquieu, pudieron haber haber proporcionado cierto grado de inspiración.

Es una sátira, una crítica de las gordas al norteamericano de pro. Los historiadores están asombrados de que una nación de más de setenta millones desaparezca de la tierra como una niebla y deje tan poco atrás. No había nada que dejar. Los mehrikanos no poseían literatura, arte o música propiamente dichos. Todo era prestado. Una “raza” aguda, inquieta, aguda, codiciosa, entregada en cuerpo y alma a la acumulación de riquezas, muy “romana”. Te robo, copio tu idea y me la quedo. Pocas historias de CF vais a encontrar más sinceras.