Reseña: El Bosque en Pleno Invierno
Una de las historias fantásticas que más se pueden disfrutar para esta época de frío otoñal que se acerca es, sin duda, El bosque en pleno invierno, de la gran Susanna Clarke. Una maestra del fantástico de todos conocida por su exitosa novela debut, Jonathan Strange y el señor Norrell, que dio el pelotazo en 2004, una icónica novela de fantasía histórica sobre la que he escuchado muchos elogios pero que aún no he tenido el placer de leer. Y si bien me contaron que El bosque en pleno invierno se ambienta en el mismo mundo, diría que esta novelita corta sólo ofrece un pequeño vistazo a la versión alternativa de Clarke de la Inglaterra del siglo XIX y sigue a una protagonista completamente nueva. Mas, aunque no había leído su obra antes, la reputación de Clarke me hizo tener expectativas muy buenas sobre el cuento fantástico que me iba a encontrar en esta nueva publicación de Salamandra en nuestro país.
En El bosque en pleno invierno me sorprendió que la magia se insinúe a lo largo del libro, pero nunca se explicite, algo así como ocurría en la obra de George R. R. Martin. Merowdis, la protagonista de la historia, no es descrita como bruja, maga, hechicera, ni ningún otro término típico de la Fantasía; en cambio, se lel llama Santa. Merowdis parece capaz de comunicarse con los animales y con el propio bosque, pero las menciones a tradiciones cristianas como la santidad y la Navidad mantienen la historia anclada en prácticas religiosas en lugar de sumergir al lector por completo en un mundo de alta fantasía. Y esa “diferencia” me gustó. Aparte de Merowdis, la única humana con diálogo en la historia es su hermana Ysolde, quien (como persona normal, no santa) nos recuerda que la magia de la historia no está tan alejada de nuestra propia realidad. La tensión entre mundos (o visiones del mundo) es un tema clave de esta novela corta. Ysolde claramente no comprende ni se identifica
con Merowdis, diciéndole: «Dices esas cosas sagradas. Y nadie tiene ni idea de lo que dices». Merowdis, de igual manera, reflexiona que, si bien ama profundamente a su hermana, «su presencia le pesa».
Una trama donde el solsticio de invierno se presenta como un momento de paz y contemplación, mientras la historia lleva al lector a un viaje serpenteante por un clásico de esos que dan algo de miedo también. Seguimos a la protagonista en su búsqueda de un lugar tranquilo para reflexionar pero también la búsqueda de la guía de dicho bosque, donde el estilo artístico de Sawdon complementa a la perfección la escritura de Clarke. Porque no hay que olvidarse de que estamos ante una precioso libro ilustrado. Además, el diálogo que pronuncian los árboles se representa como estandartes que se envuelven alrededor de sus troncos u ondean con la brisa, mostrando que no necesariamente hablan como una sola entidad, sino que hablan en armonía… Y es que aquí conocemos a Merowdis Scot, una joven de diecinueve años que posee una habilidad extraordinaria y que sólo se encuentra verdaderamente feliz cuando se adentra en los bosques. Pero una tarde de nieve, acompañada por sus perros y la cerda Manzana, Merowdis se encuentra con un mirlo y un zorro y al caer la noche, una enigmática figura se une a ellos…
¿Un encantador cuento de Navidad o incluso para Halloween que te hace reflexionar?
¿Otro título disfrutable de una de las escritoras más brillantes actuales?
Estoy de acuerdo.