Reseña: Memoria, de Jean-Paul Eid y Claude Paiement

Una distopía. Sigo acumulando lecturas sobre este subgénero creador de sociedades ficticias indeseables en sí misma. Y es que a poco que escarbes, hay muchas ideas chulas por encontrar, leer, argumentos que inspiran. Memoria ha sido rescatada del pasado (en un solo volumen) por la recomendable editorial de manga y cómic europeo, Ponent Mon. Memoria es una de las mejores obras distópicas que existen en la BD. Una trama bastante bien labrada, desordenada en su sección central para desestabilizar al lector, nos muestra cómo existimos entre dos mundos, el real y el ficticio, y ambos pueden interpenetrarse. Eternamente comparable con el film Matrix, quizás algunos no sepan que se publicó exactamente el mismo año (1999). Curioso. Lo hizo como Le naufragé de Memoria, y en mi opinión, el potencialmente parecido es que el centro de todo es una matriz y…, los universos paralelos dan lugar a multitud de intrigas más o menos originales. No obstante, por cómo y dónde, más recuerda a la película Existenz, de David Cronenberg. Una genialidad no tan conocida.

Nos trasladamos a 1930, a una megalópolis americana llamada Memoria. Benjamín Blake es taxista, y en su ciudad, hasta el más pequeño escondrijo oscuro conoce… Hasta que un día, un cliente paranoico deja una maleta olvidada en el asiento trasero de su taxi. A partir de entonces, sabiendo lo que contiene, su vida se convierte en un delirio de pesadilla. Hay algunas verdades que es mejor no saber, dicen. Pues Benjamín y sus conciudadanos son, de hecho, simples criaturas informáticas que habitan una ciudad virtual. Los turistas del siglo XXI acuden a Memoria para revivir el frenesí de los locos años 20-30 y así satisfacer sus deseos más oscuros. El universo en el que están inmersos está totalmente sintetizado gracias a una gelatina o líquido inteligente desarrollado a principios del milenio por una inteligencia artificial. Benjamín es, por tanto, sólo un extra en este formidable parque de atracciones. Un juguete inteligente al servicio de estos turistas virtuales, quizás un juguete roto por SABER ya, más de la cuenta.

Las distopías a menudo se caracterizan por la deshumanización, los gobiernos tiránicos, los desastres ambientales y otras características asociadas con un declive cataclísmico en la sociedad. Las sociedades distópicas aparecen en muchas obras de ficción y representaciones artísticas, particularmente en historias ambientadas en el futuro. Las sociedades distópicas aparecen en muchos subgéneros de ficción y a menudo se utilizan para llamar la atención sobre el medio ambiente, la política, la economía, religión, psicología, ética, ciencia o tecnología. Por otro lado (y como no me gusta rebozar con una salsa diferente), aquí se toma como paraíso una especie de Nueva York de los años 30. Nos perderemos por completo en los meandros de esta triste historia para esos seres que en realidad, empiezan a saber que en realidad «no existen». ¿O sí? ¿Podemos estar en ninguna parte y en todas partes al mismo tiempo?

Una lectura que mezcla realidad, realidad virtual y mundo paralelo, al mismo tiempo. La segunda parte de la historia es una larga búsqueda de un intruso del mundo virtual, que opera en lo que él llama la Sombra, y que, sin esperanza de ser rescatado, luchará por restaurar la verdad. Es bastante profundo e interesante, lo que se cuenta al final del volumen. Es el típico: «¿Estoy jodido? Pues a la mierda todo…». Memoria sirve un dibujo clásico, con encuadres atrevidos pero bien vistos la mayor parte del tiempo. El diseño de Jean-Paul Eid es hermoso incluso si los colores no parecen bien elegidos. Sí que adolece de una coloración algo anticuada, pero estamos hablando de una historia con más de veinte años, y a mi modo de ver, para los distintos niveles de realidad, las diferentes texturas y atmósferas quedan ideales. Realmente, Memoria es un cómic que dan ganas de sumergirte en él, a poco que vas avanzando. Sin embargo, (ocurría con Matrix y con Existenz) tienes que aguantar un poco para que tu cerebro empiece a comprender. Sobre todo, si no has leído esta reseña.

Un guión que nada en un déjà vu. Una idea simple, que cambiando dos conceptos, se vuelve original. Pese a conocer conceptos, ningún riesgo de aburrirse al leerlo.