Reseña: Mutafukaz, de Run

Fuera de la moda o del «mainstream» (como se le dice ahora), en el mundo del cómic ocurre como en el cine: a «las afueras», es el lugar con más altas probabilidades de encontrar algo diferente, una historia inusual o que toque lo que otros antes pasaron por alto; paisaje nuevo, una ciudad pérdida en los vastos bosques del altiplano. Dibbuks es de esas pocas editoriales a las que tenéis que echar el ojo para encontrar fácilmente lo que os digo. Obritas que quizás de otra forma solo miraríais de reojo al pasar por una librería especializada y que, sin embargo, tienen ese algo que os atrae. Comento esto porque cumple todo lo que digo Mutafukaz, una de las novedades que regresa calentita a tiendas con su primer volumen y que es ese monstruito diferente que todos deseamos ver alguna vez en nuestras vidas para cerciorarnos que lo que muchas veces pensamos, existe.

El cómic Mutafukaz tiene historia dentro de la historia. Pero no la pondré aquí. Es labor de investigación vuestra. La trama tiene lugar en un futuro alternativo en una nueva ciudad llamada Dark Meat City, la ciudad más grande de New California que apareció después del Big One: un tremendo terremoto que destruyó parcialmente California. Megalópolis de varios millones de habitantes, Dark Meat City está contaminada, plagada de pandillas e inseguridad. Tenemos a nuestros dos héroes, Angelino y Vinz, que se ganan la vida en un barrio pobre, con sus amigas las cucarachas, luchando con trabajos ocasionales e inventando nuevas mierdas para arreglárselas a diario. Mientras tanto, reparten pizzas. Un día, Angelino es atropellado por un camión y ahí comienza el tema… Pero está bien, no preocupaos, sin embargo, empieza a tener extrañas alucinaciones, cree ver sombras sospechosas tras algunas personas que se mueven libremente y después de consultar a un médico, quien lo tranquiliza, él y Vinz son perseguidos por un escuadrón de policía sin razón aparente. Dos amigos obligados a huir, sin saber por qué, desafiando los peligros de esta ciudad más que inhóspita; entorno que recuerda mucho-mucho a mi amada peli The Warriors.

Lo primero que me atrajo cuando leí Mutafukaz (con ese provocador título que suena a lo que suena) es lo que se encuentra en la primera página interior y que tapa la presentación del título. Dice: «Totalmente desaprobado por la autoridad del Cómic-Code». Y ya desde la portada, Mutafukaz marca la pauta. Fuera de portadas convencionales o pasadas de moda y formatos congelados, este cómic contrasta radicalmente con todo lo que se hace en la tradición franco-belga y lo reivindica con audacia. Con oscuridad a cascoporro. Son algo más de cien páginas políticamente incorrectas, imaginativas, delirantes, que no se parece a nada que haya leído antes. Nada de una estructura fija a seguir. En este festival visual, cada página esconde un hallazgo, cada escena, un pretexto para un enjambre de ideas que quizás pueda resultar algo desconcertante al principio, porque no estamos acostumbrados a este tipo de batiburrillo artístico. De hecho, lejos de las referencias franco-belgas, me atrevería a decir que es una obra que extrae su esencia de la contracultura estadounidense y la animación japonesa.

El protagonista con un aspecto un tanto caricaturesco que recuerda a una especie de Mickey Mouse malo-malón y sin orejas, nos lleva del cuello a un universo hip-hopero y de guerra de pandillas. Este Angelino que nos encontramos al principio de la aventura y que parece arrastrar su culo por una una ciudad sórdida, entre entregas de pizzas, medita sobre la nulidad de su existencia y dedica las tardes a pasar el rato en medio de cucas en un piso-okupa que comparte con su mejor amigo. Pero como os decía, tras el accidente comienza la road-movie a pie, en medio de una gigantesca insurgencia urbana. Una trama rica en análisis y desvíos de guion que aborda temas complejos y fascinantes (ingeniería genética, secretos de estado, manipulación del clima, etc.) y que da un lugar privilegiado a personajes todos ellos más disparatados que los demás. No obstante, el autor aún logra hacer coherente una historia que reúne a luchadores mexicanos, platillos voladores, extraterrestres y bandas afroamericanas.

El sentido dentro del sinsentido.