Reseña: La Inmersión, de Séverine Vidal y Víctor L. Pinel

A parte de la familia, ¿qué nos puede tocar más la fibra que la vejez, la llegada y sus consecuencias? Cuando algunos ya tenemos una edad y empezamos a ser conscientes de lo que se nos viene encima, es hermoso pero triste. saber que un día dejamos de existir. Que ya nos estamos en este plano y queremos por encima de todas las cosas (algunos sin saberlo) que se nos recuerde. Pero así es la vida. Todo lo que nace, muere, que dice mi madre. Para colmo, de este tema surgen diferentes ramales, diferente vías, de esta enorme tristeza que es el fin de la vida, la pérdida, el hundimiento en el olvido. En mi opinión, dejando de lado las enfermedades dolorosas, no hay nada peor que olvidar tus propios recuerdos. Tus grandes momentos (los malos se olvidan solos) porque con ellos obviamente te desprendes de tus allegados. Pero si somos optimistas, si luchamos por desaparecer con gracia cual mago en plena apoteosis de su público, los momentos tristes se disipan.

Y cada minuto en esta vida es una fiesta.

Algo así nos cuenta La Inmersión, el cómic novedad de Nuevo Nueve Editores para estas fechas. Una obra que nos llega de la mano del guionista Séverine Vidal y los geniales dibujos de Víctor L. Pinel. Un historia muy hermosa que conmueve enormemente, y eso que el tema a priori no es una broma. Pero se convierte en ella. Especialmente porque seguimos a Yvonne, una mujer que tras cuarenta años en la misma casa ahora con ochenta se va a una Residencia. Sin embargo, el mundo no se le cae encima a una mujer que siempre fue una entusiasta de la vida. Al principio, los cambios asustan, no son fáciles, es normal, pero Yvonne es mucha Yvonne y a su nueva vida le va a dar un toque conmovedor, delicado y divertido; para socavar las ideas preconcebidas que dicen que “retirarse” a una Residencia, es para caer en soledad, miseria y melodrama.

¿Qué ocurre entonces? Que como siempre pasa en esta puta vida cuando te va bien y vuelves a ser feliz, te vienen los palos. Yvonne se hace amiga de un grupo de residentes divertidos y lúcidos e incluso se enamora. Pero de pronto la vejez vuelve hacer acto de presencia y empieza a no poder controlar el habla y su mente confunde cosas. El torbellino que fue su vida se escapa en ese huracán oscuro que se acerca por el horizonte e Yvonne decide regalarse un último momento. Por lo que concreta con su nueva pandilla una tarde de paseo por la naturaleza. Una última tarde, quizás..

Los personajes son entrañables sin ser demasiado malos o demasiado agradables. Muy reales, diría, y reconocibles para los que hemos visitado alguna vez entornos así. Yvonne también nos lleva a sus reflexiones y recuerdos personales, colocados juiciosamente tras la historia principal. El diseño está en consonancia con la trama y las características de las personas mayores se contraponen a las de los más jóvenes que están cerca con líneas claras. Lo que coloca al ilustrador Víctor L. Pinel como un gran detallista. Pero el álbum, en general, tiene un tono muy apropiado, no es una llorera constante para que te hundas con tristeza en el sofá. Es más divertido que otra cosa. Es una oda a la vida, al último aliento que a uno le gustaría exaltar como un último desaire a la muerte.

Con un final que rebosa libertad por los cuatro costados.

Con una intrigante portada que quizás anime a algunos a abrir el tomo y explorarlo más.

Irónicamente, La Inmersión es un cómic para el recuerdo.