Me gustó bastante este cómic porque plantea profundas preguntas sobre la naturaleza de la identidad y la realidad. La búsqueda de Lubin por reconstruir su vida me hizo pensar en cómo nos definimos a nosotros mismos a través de nuestros recuerdos y experiencias. Pero el guion también explora la fragilidad de la memoria y cómo se puede influir y alterar si nos lo proponemos. Una historia muy original, de las que hace mucho que no leía.
Timothé Le Boucher, historietista francés, ya con su primer trabajo fue parte de la selección oficial del festival de Angoulême en 2011. Esos días que desaparecen llegó por primera vez a nuestro país en 2019 y ahora Nuevo Nueve Editores vuelve a rescatarla para el disfrute de todo aquel (como yo) que se la perdió en día. Otra título que formó parte de la selección oficial de Angoulême, además de recibir el premio a la mejor obra por la asociación de libreros de la BD. Y es que el autor logró transmitirme las emociones de los personajes, quienes lograron conmoverme. Y con un final tan magnífico como frustrante al mismo tiempo. Timothé tocó mi fibra lehanesca con esta historia que confundirá a ciertos lectores, una trama que deja una interpretación libre en su conclusión. Me encantan los finales abiertos (bien elaborados). Leí el volumen en una sola noche y pasé casi todo el insomnio pensando en las típicas preguntas metafísicas a las que nos sometemos solo unos pocos, cada poco. La propia existencia. El sentido de la vida de nosotros y nuestros seres queridos y los recuerdos también de un familiar que era bipolar…
La historia de Lubin Maréchal, este hombre que se despierta cada mañana habiendo olvidado los acontecimientos del día anterior, me atrajo inmediatamente. El concepto de perder la pista de la propia vida es aterrador, pero es a través de esta premisa que el autor logra tejer una trama compleja, que combina suspense, misterio y reflexiones profundas. La narración de Timothé Le Boucher está notablemente dominada. Las fluidas transiciones entre diferentes momentos temporales le dan a la historia una dinámica única. Me impresionó cómo el autor logra crear una tensión constante al mismo tiempo que brinda momentos de profunda introspección. Cada página que pasaba era una revelación, un paso más hacia la comprensión del enigmático universo de Lubin. Y eso me encantó.
Adentrarse en las páginas de Esos días que desaparecen ha sido una experiencia de lectura sencillamente cautivadora. Un guion que explora la fragilidad de la memoria y las profundidades de la identidad. Donde Timothé (que aún no tenía treinta años cuando la escribió), nos muestra un dominio impecable y una atención al detalle maravilloso. Sí, al otro lado de los Pirineos, aún siguen brotando talentos increíbles.