Reseña: Corto Maltés. La Juventud, de Hugo Pratt

Gracias a Norma Editorial tenemos cada poquito nuestra ración (o tapa, en este caso) de Corto Maltés. Escrita y dibujada por Hugo Pratt y luego preeditada, La Juventud vuelve a estar en librerías. Se podría considerar la primera aventura del héroe, ya que transcurre al final de las hostilidades de la primera guerra ruso-japonesa de 1904-1905. Época en la que Corto tenía tan sólo diecisiete añitos y se encontraba en Mukden, Manchuria, cerca de la frontera con Corea. Una fantástica idea de Hugo Pratt que le lleva a proponer al personaje como amigo del escritor Jack London, entonces corresponsal de guerra en el The San Francisco Examiner.

Y donde conoce por primera vez a Rasputín.

En la trama, los japoneses están a punto de derrotar a la Rusia zarista. El final de la guerra está cerca. Los rusos se rinden y se extienden las órdenes de alto el fuego. Pero en Port-Arthur, los francotiradores siguen resistiendo. En el frente de Mukden, un oficial ruso de las tropas siberianas no quiere saber nada, y furioso, sigue disparando contra líneas enemigas y no duda en volverse contra sus superiores. Para evitar la condena que le espera, deserta vistiendo un uniforme del Ejército Imperial Japonés. En su huida, encuentra refugio en un cuartel de la Cruz Roja donde conoce al periodista y corresponsal de guerra Jack London. Rápidamente descubierto por los japoneses en vista de su atuendo robado, el fugitivo, responde al nombre de Rasputín. Y es llevado bajo custodia militar, sospechoso de deserción y asesino de soldados de su propio bando… Más tarde, London “hiere” el honor de un teniente japonés y se enfrasca en un duelo casi perdido con un especialista en artes marciales. Testigo del asunto, Rasputín quiere huir a Manchuria lo más rápido posible para preservar su vida. Pero se topa con un joven amigo londinense que quizás podría ayudarle a escapar vía marítima…

Analizando la historia, Pratt aprovechó en La Juventud para varias cosas. En primer lugar para dar un paso al frente y presentarnos lo proactivo que ya era Corto en sus años mozos. Después Pratt presenta a Jack London, con lo que nos hace saber que tenía intención de meter personajes históricos reales en las aventuras del marinero. Además de que London fue uno de los escritores más importantes de la formación de Pratt, no obstante, se da a entender que no está de acuerdo con los intentos de ciertos intelectuales de izquierda que quisieron recuperar a este autor con el pretexto de que denunciaba la explotación capitalista. Y eso que el maestro italiano señala que London también era racista por desear la victoria de los rusos en la guerra de Manchuria. Pero los que también amamos el trabajo de London (especialmente, sus libros de aventuras como Colmillo Blanco), vemos que en realidad su aparición es una oda a su obra en calidad de maestro en palabras, diferente y raruno en pensamientos para con él.

Siempre en el tema literario (que es lo que a mí me importa), mola ver que Corto planea descubrir las minas del rey Salomón, las que están en el corazón de la famosa novela del escritor inglés Henry Rider Haggard. Y así este álbum, se podría decir que inicia el ciclo romántico que narra las aventuras del cazador Allan Quatermain, inspirado en el explorador Frederick Courtney Selous, a quien Pratt conocía muy bien.

¿La Juventud? Pues indispensable, como indispensable es tener toda la colección del marinero más famoso del noveno arte.