Reseña: Tarzán 1979-1981, de Archie Goodwin y Gil Kane

Pelotazo en gordo que esto llegue así a nuestros días, en este formato, en una edición genial en tapa dura y a todo color como debería estar siempre el mejor Tarzán en formato cómic publicado. Gil Kane y Archie Goodwin dándolo todo en su mejor época comiquera. El que llegó después de otro potente como fue el de Joe Kubert pero que realzó más si cabe la figura del hombre-mono más popular de todos los tiempos. Publicadas en USA entre 1979 y 1981 esta tiras de cómics son las aventuras de Tarzán más fáciles de recomendar por su potente atracción y enganche lector a poco que te pongas con su lectura. Gozan de ese no-sé-qué que tenían los cómics ochenteros en los que con casi cualquier aventura en las exóticas junglas africanas de gente que llega, que viene con malos propósitos, con buenos o les son indiferentes porque ya viven allí; todas y cada una son aventuras atractivas que querrás terminar de leer.

Lo dice la sinopsis; bien sea tras el rescate de un niño malcriado, la persecución de un feroz león herido, la lucha contra un grupo de mercenarios con armas modernas por salvar a una joven de un multimillonario despechado…, los autores se permiten el lujo de convertir de nuevo a Tarzán en Lord Greystoke y mudarlo a Nueva York por cuestiones de negocios. Y allí juegan a enfrentarlo con King Kong, o a todo lo que puede parecerse a King Kong en la forma de uno de los amigos simios del pasado remoto de nuestro héroe, ahora convertido en atracción de feria y asesino. Mejor contado -sin mucho spoiler-, imposible.

Aventuras de Tarzán que en un principio y a nivel europeo sólo se ofrecieron a lectores de habla francesa en folletos distribuidos en kioscos y que poco después comenzaron a aparecer en el resto de países del viejo continente en formato álbum europeo. Creo recordar que comprendieron dos volúmenes. Tarzán 1979-1981 es una vez más, una celebración, un integral, un tomo, un volumen, de esos que muchos jamás pensábamos volver a ver publicado como novedad. Y es que pocos artistas son capaces de representar escenas de acción con tanto dinamismo e intensidad como las que forman en su conjunto (guión-dibujo) los señores Archie Goodwin (1937-1998, maestro de maestros que nos dejó de forma inesperada) y Gil Kane (grandioso el artículo de Abrahan García que contiene el tomo donde nos habla de la calidad de los trabajos del señor Kane nacido en Estonia y que nos dejó ya en el lejano año 2000). Como dice Rafael Marín (coordinador de esta genial colección de grandes recuperaciones del cómic que está elaborando Dolmen Editorial en su Colección Sin Fronteras), Gil Kane nos entregó un Tarzán joven, ágil y moderno. Hoy en día lo denominarían fibroso y a-tope-de-power, y esto último lo digo yo. Y también alego que (insisto) se nota bastante que los dos maestros estaban aquí en el apogeo de su arte. Firmaron en estas aventuras las adaptaciones consideradas entre las más fieles de la obra de Edgar Rice Burroughs, confirmando un Tarzán entre las leyendas que habían pasado del formato literario al noveno arte con gracia y salero. Al igual que Conan.

Historias clásicas de la jungla, entretenidas, luchas contra monstruosos animales, nativos, hombres blancos malvados y codiciosos con tramas no muy profundas pero que te hacen pasar un buen rato de lectura orientado a la acción. Son viejos cómics de aventuras con esos códigos, esa magia que no pasan desapercibidos para nadie. El dibujo de Kane es uno de los que tienen sitio en mi panteón personal. Historias que ganan obviamente por el color.

Reseña: Los Hombrecitos (2004-2011), de Pierre Seron

Los Hombrecitos (2004-2011) cierra una colección que a muchos nos empujó a enamorarnos de nuevo por el cómic europeo. Amor que quizás muchos nunca perdimos, pero eso no quita que por una cosa o por otra, tuviéramos esa pasión latente o en hibernación y no tan al día como queríamos. Y mejor aún, como se puede tener hoy en día si uno quiere. Los Hombrecitos fue una de las series traidas a este país que me devolvieron la ilusión. Sólo hay que mirar en derredor, títulos así, en nuestro país, en ediciones en tapa dura ideales para coleccionar en la cómicteca…, y más en formato integral abogando por la calidad editorial. El mejor cómic europeo en el mejor formato. Decidme si no estamos en una nueva época dorada en nuestra país. Por no decir la mejor. Porque este viejoven no recuerda un momento donde tener tanto donde elegir en el idioma de Cervantes y en tan diversas editoriales nacionales.

Cuatro álbumes más para cerrar una serie gloriosa del cómic francobelga.

En Operación C.I. nos encontramos a bordo de portaaviones/submarinos, seres mutantes mitad-elefantes, mitad-cocodrilos… seres que traman un plan para robar toda la materia gris de las luminarias más eminentes del país. Entre sus objetivos, el profesor Hondegger, que conducirá a Los Hombrecitos a una nueva aventura.

Me gustó. Creo que es el álbum con más acción de toda la colección. Una aventura-disparate que se vuelve chula con el paso de las viñetas.

Esto se cuenta en el siguiente álbum llamado En Nombre del Hermano: En un hermoso día alguien toca una una cuerda floja que resulta ser un cable de acero del tendido entre las paredes del valle. A pesar de todas las medidas de seguridad, Oliver desaparece… Se organizan búsquedas constantes, pero no se puede encontrar su cuerpo. Stan, el hermano gemelo de Oliver, responsabiliza a Renaud, el jefe de seguridad de Eslapión, y tiene la intención de hacerle pagar por la desaparición de su hermano. No escatimará en los medios implementados para desestabilizar a Renaud y desacreditarlo a ojos de Los Hombrecitos.

Buena historia de intriga y suspense con giros inesperados. Homenaje al género detectivesco, sin duda.

Castillo Monterrugoso ocurre unos veinticinco años después de En las Garras del Señor (álbum de los principios de la serie), donde Seron decide volver a escenificar al barón de Montrigu y al señor de Crapulay. El odio y la rabia entre estos dos personajes aún ruge. Las batallas y el ajuste de cuentas marcan el día a día entre estos dos Señores y sus Reinos. Seron pone en escena de nuevo este pequeño mundo vecinal tan divertido. Enfrentando a hombres grandes y pequeños entre sí y mezclando aventuras y humor, ofreciendo un nuevo álbum tan divertido como dinámico. ¡Uno de mis favoritos de toda la serie! Una historia distinta a su precuela, con grandes personajes -en principio, secundarios- que dan para novela gráfica independiente.

La quincuagésima y última aventura de Los Hombrecitos es Eslapión 3. Donde toda la comunidad de Los Hombrecitos se va a asentar en una nueva ciudad submarina para escapar del ejército que quiere volar los acantilados que albergan a Eslapión 2. La cual, aparte, no para de ser amenazada por extraños fenómenos que ocurren en la región. Es por eso que Renaud toma todas las medidas para garantizar la seguridad de Los Hombrecitos y decide llevar a cabo un proyecto que lleva elaborando más de diez años. Un proyecto secreto que bien podría ser la última salvación de los habitantes de las cuevas.

Y aquí termina. La aventura llega a su fin más de cuarenta años después de haber comenzado en la famosa Spirou. A menudo mencionado como el sustituto de Franquin, en mi opinión, el trabajo de Seron rara vez ha sido debidamente juzgado. Para mí es un ídolo a tener en cuenta, muy aparte de otro grande como es Franquin. Este integral que cierra la serie culmina como toda buena historia, con una vuelta al principio. Empezó con un éxodo y termina tal cual. Pero ahora es definitivo. Seron utiliza esta elipse para despedirse de sus personajes y de sus lectores. Círculo completo cerrado. Fin. Y a otras cosas. Da pena, pero tampoco disgusta. Pocos cómics podréis encontrar tan bien cerrados.

Han sido quince tomos con éste que comprende los publicados por Dolmen Editorial en su magnífica Colección Fuera Borda. Un regreso a una joya de la BD del maestro Seron, miles de páginas después, Los Hombrecitos, decenas de aventuras después, una de las mejores obras de todos los tiempos del cómic francobelga. Venid a ver mi colección y así podréis contarlo a quién os apetezca. La tengo al completo. Ahí quedará por siempre, para mí, para mi familia, para quien le apetezca.

Oro puro.

Reseña: Tarzán Vol. 4 (1943-1945), de Hogarth, Don Green y Edgar Rice Burroughs

Van ya cuatro volúmenes publicados de esta maravilla del cómic como es el Tarzán, de Hogarth, las tiras de prensa que se publicaron en el Sunday Pages en los años 40 del pasado siglo. Una reimpresión con un alto nivel de calidad y que da primor tanto a Dolmen Editorial como a cualquier comprador que se precie a poco que te guste el género pulp, de donde Tarzán en novela fue una de las obras más representativas. Tenéis que recordar que Tarzán fue creado por Edgar Rice Burroughs, el portentoso escritor de novelas de aventuras, creador además de grandes personajes e historias de principios de siglo XX.

La primera aparición de Tarzán fue en la revista pulpera All Story Magazine en octubre de 1912. Historia que no mucho después fue trasladada a la primera novela del personaje (Tarzán de los Monos) y a la que sucedieron veintitrés secuelas, aparte de los famosos cómics y películas que le dieron un empujón enorme al personaje. Algo muy parecido a lo que pasó con Conan El Bárbaro que vino algunos años después. Y como alguien que admira enormemente el arte de Burne Hogarth y los mini-guiones (como yo los llamo) de Don Garden, me emociono siempre que me puedo poner con una de estas maravillas ilustradas que está publicando o rescatando Dolmen Editorial. Volúmenes poderosos solo ideados para el disfrute del mejor amante del cómic clásico, donde ya se hacía ver la calidad y suministro que el noveno arte podría dar de sí.

Aquí Tarzán avanza en sus viajes y aventuras por ese entorno mágico que es la jungla donde se crió. Donde aprendió a ponerse firme él solito. ¿Sabéis de dónde viene? No pasa nada, con apenas un par de viñetas, los que no hayan leído los anteriores volúmenes podrán hacerse una idea de dónde podría haber estado y los tejemanejes a los que han querido someterle ciertos tipos. Aquí es un no parar. Pueblos en peligro que están cerca de un volcán activo, verás a Tarzán cruzar un enorme desierto o atravesar esa jungla mística que pocos occidentales han visitado y donde se esconden seres que muy pocos pueden imaginar. Donde incluso los simios no se parecen en nada a los primates con los que estamos familiarizados. La agresividad es tremenda. Tambores de guerra pero con más árabes y alemanes nazis que tribus en disputa. Tormentas de arena, donde muere gente y donde Tarzán encuentra un uso diferente para su taparrabos. ¿Más datos? Como máscara facial para mantener la arena fuera de sus pulmones. Obviamente, aventuras también donde rescata a doncellas en peligro, y nos enseña como el agua, la falta de ella y la abundancia, son dos males para el hombre si no sabe como mantenerlas en equilibrio.

Y muchas historietas más. Donde sin querer revelar nada más, solo diré que hay aparición de un nazi conocido en una de estas tramas. Sorpresa, sorpresa, ¿no? Mirando el arte, te deshaces en halagos. Al menos, a mí me encanta Hogarth y sus primeros planos de personajes. Siempre me preguntaré si usó como modelo para estos casi retratos a Cornel Wilde. Ese actor clásico de cejas curvadas que tanto se parece a este Tarzán. Y es que Hogarth hace una exhibición de todo su don, de su arte, añadiendo acción interesante con sus lápices. En ocasiones, coloca viñetas de mayor tamaño para poder explayarse. Aunque no hay ángulos de visión elaborados, hay que tener en cuenta que esta era la norma para ese período de tiempo, especialmente cuando había tantas viñetas por página para poder desarrollar la trama.

De Tarzán: disfruto siguiendo las historias encantadoramente fechadas y examinando el crecimiento artístico de las habilidades de los autores. Ni que decir tiene que para aquellos que están recopilando las mejores historias de Tarzán (conozco unos cuantos) son súper indispensables estas ediciones. Un personaje que puede presumir de haber gozado de artistas legendarios que le definieron gráficamente en tiras diarias y que tienen una clara evolución, maestros como Burne Hogarth, Russ Manning, Jesse Marsh, Joe Kubert y Hal Foster. Ahí es nada. Aquí hay suficiente material para apaciguar tanto a los fans del personaje como a los de Hogarth.

Lectura veraniega al cien por cien.

Reseña: Dick Tracy 1943-1945. Flattop El Asesino, de Chester Gould

Si hubo un detective privado que me inspiraba para mis primeros escritos de juventud, ese era Dick Tracy. Fuertemente influenciado por las tiras de prensa que me propinaba mi tío y mi abuelo, llegué a crear bastantes aventuras del “tío de la mascota cuadrado” incluso llevándomelo al terreno sobrenatural; que para mí es lo que siempre le faltó a esta obra para bordarlo del todo.

Dick Tracy comenzó su carrera en la página dominical de los periódicos Chicago Tribune y New York News, en octubre de 1931. A los pocos días, tras el éxito inmediato, sus aventuras se volvieron tiras diarias. ¿Dick Tracy? El del cómic para nada tiene el perfil del petimetre interpretado por Warren Beaty en la película homónima de 1990. Dick es un tío físico fornido, duro, con una mirada acerada y la nariz rota, tratado en un tono semi-caricaturizado de un luchador de «wrestling» bien vestido, diría yo. Con unos gráficos expresionistas y brutales llega el éxito de Chester Gould nuevamente a nuestros lares, y lo hace en una genial edición en tapa dura que nos trae la maravillosa colección Sin Fronteras de Dolmen Editorial. Dick Tracy es un cómic súper chulo, que engancha y ha sobrevivido en ciertos aspectos muy bien al paso de los años. Ignora toda censura, sumerge al lector en los tugurios de las grandes metrópolis, y ya sabemos que saber de los barrios chungos, mola mucho. En sus viñetas están muy bien representados el miedo, la intensidad dramática, el sudor… Además, Chester Gould era un tío lanzado con algunas de sus historias, así que vais a ver que es un tío que no se achanta, sobre todo, creando ladrones de todo tipo, sin florituras: pistola al frente o ametralladora Camembert puntiaguda y Dick saldando cuentas a su manera. Sin duda, inspiración total para muchos y diría que total, para aquel «justiciero» que veríamos en pantalla grande años después interpretado por Charles Bronson.

¿Dick Tracy? Una serie «cruda», bien escenificada, reflejo de una América que estaba harta (en ese momento) de ver sus calles en manos de toda la calaña que surgía de los barrios-bajos (underground) del momento. Chester Gould cuidará de su héroe durante más de cuarenta años y en el bendito año de 1977, pasara la antorcha-relevo a su asistente Dick Fletcher, aunque ciertos escenarios fueron inventados por el maestro Alan Collins también. No sé a vosotros, pero a mí ver un clásico de siempre, al que siempre he querido echar mano en formato cómic y en una edición genial, lo veo como una oportunidad irrepetible de tener una nueva joyita en la colección. Y es cierto lo que me dicen algunos amigos que a día de hoy raro es que te seduzcan cómics tan pioneros, es decir los de los años 20 o 30, especialmente viejas glorias que no han soportado el paso del tiempo. Pueden tener razón, o no,esto que dicen les aseguro que sucede bastante más en el campo de la Ciencia Ficción. En el género negro no es lo mismo porque el mal del ser humano, la maldad, no ha variado mucho pese a los años. Y aun así, hay por ahí algunas historias de anticipación muy buenas que por sus argumentos no desentonan demasiado.

Lo que hay que ser consciente es del valor y respeto que infunde Dick Tracy cuando lo lees. Sabiendo todo lo que hay detrás, es uno de esos cómics estadounidenses que representan el género negro como pocos, tantas décadas después de su creación. Dick Tracy, sus aventuras y personajes, se consideran serie puntera en el primer tramo creativo nacido en el noveno arte USA; eso sin contar en ser una de las más vendidas entre el gremio policial de entonces ya que nació en 1931 bajo el lápiz de Chester Gould, el mismo año de la condena de Al Capone, una gran victoria para la policía que consigue con esto hacer retroceder bastante el gángsterismo y la mafia desatada en el país tras la Ley Seca. Creo que por eso Dick Tracy es así, duro reflejo de la violencia de la época (asesinatos macabros, víctimas asfixiadas, enterradas vivas, puñetazos y tiros por doquier…), un cómic con un realismo muchas veces brutal en su espíritu e intrigas y bien caricaturizada en estilo (Tracy y su famosa barbilla cuadrada). Además, de contener una impresionante galería de criminales de físico monstruoso y grotesco, con los que Tracy lucha ferozmente, pero también utiliza técnicas de laboratorio.

Dick Tracy no es otra cosa que una magnífica serie, protagonizada por un icono del noveno arte, que realmente merece ser (re) descubierta.

Reseña: Terry y los Piratas 1937-1938. Tambores de Guerra, de Milton Caniff

Terry es un joven estadounidense, inteligente y dinámico. Un día, su abuelo le deja un viejo mapa de China en el que se menciona un lugar donde podría haber un tesoro. Aunque es un soñador, Terry también es realista, pero se embarcará en la aventura, por que su idea no es ir solo. Formará un grupo con su tutor (y, sin embargo, amigo) Pat Ryan. Pero también Dale Scott (una encantadora jovencita) y una cocinera llamada Connie (de nombre real, Georges Webster Confucio). Un equipo que viajará por mares distantes, luchando contra formidables piratas y bandidos. Y aunque la colección se llama «y los Piratas», estamos ante un enorme compendio de aventuras en el que viajaremos por lugares exóticos pero también por países occidentales y momentos clave de la historia. Por poner un ejemplo, el ataque a Pearl Harbor, donde Terry se alista en la fuerza aérea estadounidense, se convierte en soldado profesional y continua «su lucha” contra comunistas coreanos hasta sufrir un enorme un atolladero en Vietnam…

Me encanta esa aventura.

Dolmen Editorial en su genial y constante trabajo de publicar y traernos gloriosos cómics de antaño, edita Terry y los Piratas: Tambores de Guerra. Una nueva edición integral destacable, ediciones completas de tiras de periódico clásicas, nada más y nada menos, que bajo la pluma del prolífico Milton Caniff. Esta vez, con todo lo publicado entre 1937 y 1938, tiras que se estiman (según los ejemplares vendidos de diarios) fueron leídas en su día por más de un millón de “Terry-Pirates”; así se les llamó a los primeros fans de la serie. De hecho, de todos es conocido que Howard Chaykin siempre la consideró La Mejor Tira Cómica de Aventuras Hecha Nunca. Terry y los Piratas es una serie que ha envejecido bien. Por supuesto, algunos elementos están un poco desactualizados (los chinos que hablan como los negros de Tintín en el Congo, por ejemplo), pero de todos modos te haces y son historias inmersivas y altamente temáticas. Milton Caniff es realmente bueno imaginando aventuras entretenidas y cautivadoras de principio a fin. Tenía el don.

Como se le ha alabado a la serie en cantidad de ocasiones, los escenarios son ricos en giros y vueltas de tuerca y casi no dejan respiro al lector. Obviamente, los tiempos lo requieren, muchos de estos giros son un poco exagerados, sin embargo, muchos de ellos se convierten en gags que harán reír al que disfrute lo propuesto. Además, contamos con personajes poco profundos pero de los que realmente necesitas saber lo justo. ¿Para qué una enorme psicología si lo que importa aquí es el viaje? Como en los anteriores volúmenes (indispensables para ti, si has leído hasta aquí), abre el integral un articulo de Rafael Marín (gran escritor y guionista de cómics gaditano y responsable de la Colección Sin Fronteras de la editorial). Nos cuenta un poco más, sobre lo que hay detrás de esta gran serie. Grandes anécdotas de como el autor ponía y disponía y tenía en mente un enorme teatrillo de personajes para ella.

Historias en sí muy divertidas. La narración y el ritmo de Caniff son extraordinarios en todo, y así es como Terry y los Piratas brilla con luz propia y fluye. Comienza guay, avanza rápidamente y parece haber soportado bien el paso del tiempo. Insisto, siendo conscientes y sabiendo desde un principio el tipo de cómic que tenemos entre manos y lo que supone leerlo hoy en día, sobran las comparaciones a los títulos que se editan actualmente. Estamos hablando de una obra con más de ochenta años, friends. Sepamos valorar eso. Y si nunca ha leído series de tiras cómicas, os diré que producirlas en su formato original es un arte en sí mismo. La primera de cada una de las tiras diarias (de tres o cuatro paneles) debe resumir rápidamente lo que sucedió antes. Y la tira final normalmente presenta algún tipo de suspense para que te lances rápidamente a “comprar el periódico” del día siguiente.

Caniff no solo fue un maestro en crear ritmos de este estilo, también ideó y fue maestro en mantener dos tramas al mismo tiempo. Estadounidenses de los años 30 sólo leían el periódico el domingo, lo que significaba que los fans se perdían la mayor parte de la historia. Para resolver el problema, Caniff escribía una historia para la edición del domingo (que se presentan al inicio de este volumen) y un guión aparte para la edición diaria. Dos tramas igualmente atractivas.

Una formidable colección que ningún amante del cómic clásico debería perderse.