Reseña: Fábulas de Robots, de Stanislaw Lem

Hace tiempo que se me acabaron los halagos con cada una de las obras que leo de Stanislaw Lem. ¿Es mi escritor favorito de Ciencia Ficción? Europeo, por supuesto. En sus escritos encuentro ese tono visionario, original, a tope de humor negro que me enamora. Y sinceramente en lo poco que he escrito hasta ahora de CF lo he intentado imitar. Porque los que el maestro polaco utiliza son los pros por los que brindo. Son los que me gusta encontrar en una historia de CF. Por eso, insisto en que es indispensable mes a mes estar pendiente de Editorial Impedimenta donde se están rescatando joyitas de Lem; todas y cada una de ellas indispensables de leer/tener a poco que hayas disfrutado con un guión suyo alguna vez.

Fábulas de Robots acaba de ser rescatada entre las novedades de tan recomendable editorial en este mes de retorno al laburo. Os adelanto que el librito me lo he bebido en dos descansos del trabajo. Una colección de cuentos que por lo que sé, su publicación se convirtió en un fenómeno popular dentro de la cultura polaca. Fairy tales sobre caballeros eléctricos, ministros mecánicos, hojalateros e incluso dragones lunares que dan forma a un nuevo modo de mirar a la literatura fantástica más clásica. En concreto, esos típicos relatos que a los más conservadores del género los pone en duda a la hora de clasificarlos. Porque Stanisław Lem creó joyitas en esta Bajki Robótow y su arte, su estilo de escritura, está muy presente en cada una de las historias. No son cuentos para niños aunque de ahí partiera la idea. ¿O si lo son? Un ejemplo es la jerga técnica, que para una audiencia adulta es una creación obvia de un mundo controlado por robots y para un niño lector valiente que se ponga con estos relatos encontrará simplemente un galimatías de tramas sobre seres tan eléctricos como diferentes.

Fábulas de Robots es un crucigrama único, un híbrido entre la ciencia ficción y la literatura de anticipación tradicional fantástica conocida en el Viejo Continente como cuentos de hadas de edad temprana. Donde había hechiceros reemplazados por constructores, caballeros por creaciones mecánicas y los castillos son ahora planetas desconocidos. Stanisław Lem creó una parodia sin límites en la que juega con la convención en casi todas las páginas de este ejemplar, conteniendo (en el contenido) problemas que no pierden relevancia a pesar del paso del tiempo. ¿Así que también tenemos una moraleja aquí? Lo obvio no se pregunta, friends.

Los relatos que encontraréis se adhieren a los requisitos de su forma casi al cien por cien. La formación de palabras ingeniosas por las que se esfuerza Lem en estos cuentos, es impresionante. Nombres de máquinas, planetas misteriosos, deidades, razas, androides individuales, nombres propios nunca escuchados; toda una mitología digna de un buen juego de rol. Se demuestra con creces que el maestro polaco dominaba a la perfección el uso de las palabras, y al mismo tiempo jugaba con ellas con gran soltura o como yo digo: sin querer-queriendo. Un constructor que decide crear una raza de seres racionales a partir del agua, un rey déspota que tiene a sus súbditos sometidos mediante el uranio ya que éste, si se acercan demasiado entre sí, su masa crítica los hace volar por los aires. Un mundo de robots donde los seres de carne son considerados bestias fabulosas, un cuento donde se sugiera que las máquinas en realidad fueron creadas por los animales, un rey que constituye la corteza de su planeta, los constructores Micromil y Gigaciano que deciden preguntar a la propia materia qué hacer con ella… y como guinda otro rey triste que a pesar de tener su reino-planeta a tope de armamento, no tiene a nadie contra quién luchar…

Y más. Más historias (una con una civilización acuática digna de Star Wars), tramas muy chulas condensadas en sorbitos de café. Por que Fábulas de Robots fue el intento de Lem de unir las convencionales fábulas clásicas con cuentos futuristas. Los relatos de esta antología, a veces, divertidos, a veces, sombríos, advierten que el ser humano siempre será enemigo de cada robot que intente usurpar su puesto. La tendencia al crimen a un paso por ambas partes. Contó Lem una vez que cuando su hijo tenía ocho años, le escribió un cuento y desafortunadamente, después de leerlo lo rechazó totalmente. Simplemente, no le gustó. Sin embargo, su peque leía con gran placer fábulas no destinadas, en principio, a niños. Se dijo que tenía que ser capaz de escribir cualquier historia que se “necesitara” en un determinado momento de la vida.