Reseña: El Halcón. Ganadores y Perdedores, de Mark Evanier, Sal Buscema y VVAA

Amigos comiqueros, amigas editoriales, se necesitan más tomitos como El Halcón: Ganadores y Perdedores. Tomos únicos, ligeros, económicos, que recogen las aventuras en solitario de personajes que jamás gozaron de cabecera pero que fueron siempre secundarios muy prometedores. O al menos, no gozaron de serie propia larga durante cierta década en la que sí que participaban en más de una aventura junto al héroe o grupo de superhéroes de turno. Esto concretamente sería El Halcón: Ganadores y Perdedores. Por tanto, reunidas en un único volumen, tenemos las aventuras clásicas en solitario de Sam Wilson, todo los cómics dónde se le pudieron ver en los benditos años 80. Pero con tramas muy setenteras, al estilo de pelis de Charles Bronson. Por lo que mola el doble, si no el triple, este maravilloso 100% Marvel HC. Y comenzando con una historia muy potente que vio la luz en el Marvel Premiere #49, de agosto de 1979, donde El Halcón comete un error en su camino a través de un complot de misterio y asesinato.

Una curiosa historia escrita, nada más y nada menos que por Mark Evanier, guionista de cómics y televisión estadounidense, conocido por su trabajo en la serie de televisión Garfield and Friends y, sobre todo, por los guiones muchos, de mi amado personaje Groo El Errante (¡¡Integrales ya de esta serie, por favor!!) junto al gran Sergio Aragonés. Y no es que esta sea la primera aparición de El Halcón pero da la sensación de serlo, con una aparición estelar del gran J. J. Jameson y Joe Robertson del Daily Bugle, situándola fuera del período en el que Robbie renunció. Una historia muy criticada por temas de comportamiento racial, pero víctima de su tiempo. ¡Setenteo a tope!

Trama que enlaza con los números del Capitán América #220, #275 al #278,con el tema del asesino a sueldo donde se suelta una retórica súper patriótica en la que El Halcón considera similar la forma de actuar la Fuerza Nacional del país a los despropósitos del estado. Pero, en definitiva, El Halcón y su compañero Ala Roja salvando a sus compañeros residentes de Harlem de los señores del crimen que profesan esos barrios bajos de Nueva York. En el Captain America #275 tras varios interludios (el Barón Zemo mirando un retrato familiar y jurando que el Capitán América debe morir, los extremistas de derecha lanzando discursos de odio y negando el holocausto mientras se preparan para su manifestación), nos encontramos con Sam Wilson en una pequeña iglesia bautista de Harlem anunciando que se postula para el Congreso. El Sr. Williams, un reportero del Daily Bugle, desafía a Sam sobre su pasado criminal y después de la entrevista le dice a Peter Parker que cree que Wilson es «calaña» y que planea «clavar su trasero a la pared». Steve Rogers entrará de todas-todas en una historia que podría ser un spin-off del trepamuros perfectamente.

Los cómics ochenteros eran cómics, historias, aventuras, donde pasaban muchas cosas. Nada que ver con lo que se alargan hoy en día las tramas por la falta de ideas. En aquella maravillosa década cada autor, cada artista, eran fuentes de inspiración tremendas. Bullían las nuevas ideas. Los 80s fue un boom apoteósico en todos los niveles de lo que se considera entretenimiento pero yo considero arte: música, literatura, cómics, cine… Y esto se deja ver fácilmente en cómics como El Halcón: Ganadores y Perdedores. Huele a sabroso bacon que te cagas. En un mismo cómic daba tiempo a hablar de política, racismo, había acción, un Centinela la liaba parada y Sam Wilson sin comerlo ni beberlo de pronto se partía la cara con Electro, uno de los principales enemigos de Spiderman. No había distinciones, ni tanta tontería ni miramientos por lo exquisito como a día de hoy. Lo que era pan se comía y lo que se te caía al suelo, se le soplaba un poco, y también te lo comías. Cuatro numeritos de miniserie de este señor de pelo a lo afro cierran el tomo. Con grandes momentos donde repartir ostias como panes a los malutos…, como tiene que ser.