Reseña: El Subastador, de Joan Samson

Que la recomiende Grady Hendrix no es suficiente. Que el Prólogo de esta célebre novela de culto también lo haya hecho él, no es suficiente. Que el regreso a librerías, al estante de novedades de esta joyita que fue por años buscado por todos en librerías de viejo, no es suficiente. Entonces, díganme friends, qué demonios es suficiente para no alegrarse y dar las gracias a Minotauro por el rescate a nuestro idioma de este titulazo de Terror setentero como es El subastador, de Joan Samson. Y digo yo: ¿Tampoco os vale que Hendrix (Paperbacks from Hell, Cómo vender una casa encantada, El exorcismo de mi mejor amiga, Guía del club de lectura para matar vampiros) la mencione como una mezcla de La Tienda, de Stephen King con la literatura dura del gran Cormac McCarthy?

El Mal en un pueblo pequeño es uno de mis clichés de terror favoritos. Y libros como este me dan la razón. Harlowe, en New Hampshire, es un pueblo pequeño rodeado de pequeñas granjas. Es una comunidad muy unida, o al menos así lo creen sus habitantes, hasta que llega un forastero y poco a poco las cosas empiezan a desmoronarse. Perly Dunsmore hace subastas y se hace cargo de una antigua mansión que se puso a la venta recientemente (debido a la muerte del propietario anterior) y se propone «mejorar» Harlowe organizando subastas para beneficiar al departamento de policía. Estas subastas se financian con las generosas donaciones de los habitantes del pueblo. Hasta que ya no pueden hacerlo (finalmente no queda nada), en cuyo caso se les amenaza con gentileza y en silencio para que consigan más donaciones, O SI NO…

Atmosférico, lleno de tensión y miedo. Un relato excelente de Samson que su esposo (también escritor) le alentó para que lo convirtiera en libro. Y cuarenta y tantos años después se puede seguir recomendando perfectamente. Porque El subastador, de Joan Samson, fue un breve éxito de ventas cuando debutó en 1975 y con el paso de los años ha caído en el olvido. Sin embargo, hay quién ha insistido para que esto no pasara (¡Se intentó una película pero no salió adelante!) pero el reloj de arena que hay sobre nuestras cabezas insiste en borrarla. Y sitios como Too Much Horror Fiction, de Will Errickson, han evitado que su pequeña llama se extinga por completo. Algo parecido a lo que ocurre con Los Elementales, de Michael McDowell (guiño-guiño a Minotauro).

Este es uno de esos libros con los que te topas sin expectativas, y cuando terminas de leerlo, piensas: ¿Por qué no es más famoso? ¿Por qué apenas lo conoce la gente, los fans del fantástico, sobre todo, aquí en Europa? Sobrio, implacable y duro de principio a fin. Puede ser una de las novelas que más he disfrutado en los últimos años. He saboreado cada página como lo que es, una novela que como amante del terror ochentero y setentero se disfruta cual sándwich mixto calentito en una fría mañana de invierno. Para mí, una obra maestra en su estilo que como os decía, en su día fue de las novelas más vendidas en USA junto a los éxitos de la gran Shirley Jackson. Y quedó ahí. Porque terminó siendo el único libro que la autora escribió. ¿Raro? Hay razones de peso. Pero esa es una investigación que os dejo a ustedes si curiosos como yo, os gusta indagar en el porqué de todo.

Si habéis leído esta reseña, no hay excusa para perdérselo.

J. J. Castillo nació una fría mañana de invierno en la que el murmullo del viento hizo temer al más valeroso. Enamorado de esa sensación, dedica su tiempo a escribir y leer historias que increpen el alma. En el ámbito de las letras ha ganado premios y ha colaborado con cantidad de editoriales especializadas en los tres grandes géneros.