Reseña: Okinawa, de Susumu Higa

Por fin, llega a nuestro país una obra de Susumu Higa, un autor que tenía unas enormes ganas de leer, un ovacionado maestro ganador del Gran Premio de Artes Mediáticas de Japón en la categoría de manga y nominado al Premio Tezuka y al Premio FIBD Fauve d’Or al Mejor Álbum. Un autor que suele representar obras donde desgrana los horrores de la guerra. Okinawa es un genial tomito que publica Norma Editorial donde vamos a conocer la enorme cantidad de bases estadounidenses que se encuentran en este paraíso insular nipón. Historias que transcurren durante la Guerra del Pacífico, donde Higa aborda la cuestión de las bases militares en Okinawa, un problema que, lamentablemente, sigue vigente. Una colección de relatos divididos para la ocasión en dos apartados (La espada de arena, Mabui) donde el mangaka, a través de su perspectiva sobre la situación de los okinawenses, nos hace conscientes de hasta qué punto las secuelas de una guerra persisten con los años y poco se puede hacer para cambiarlas.

En esta antología, evitando estereotipos, Higa nos hace comprender que no se trata de estar a favor o en contra de estas bases estadounidenses; la postura de quienes viven esta situación a diario es mucho más compleja de lo que los propios japoneses quisieran imaginar. «Mabui» significa «alma» en el dialecto okinawense. Ahí tenéis una idea de como con su estilo sencillo y conmovedor, Higa nos invita a una reflexión esencial que encuentra eco más allá de las fronteras.

En general, en Okinawa, tenemos una variedad de relatos cortos sobre la vida cotidiana en dicho lugar. Donde la mayoría de las historias giran en torno a los problemas derivados de estas bases militares, pero no se cae en clichés maniqueos. Los estadounidenses no son retratados como simples villanos que hacen sufrir a los pobres e indefensos japoneses. De hecho, los dos norteamericanos que más vemos en estas historias se muestran bajo una luz compasiva. Y también hay algo de espiritualidad japonesa respecto a ellos, especialmente en lo que respecta a sus almas.

Un buen tomo, un buena lectura que te hace comprender a groso modo como se sienten todas aquellas personas que viven cerca o en las propias colonias de países cuyo gobierno se encuentra a miles de kilómetros del nativo. Y por otro lado, es una buena lectura que aprovecha para enseñar el costumbrismo de una isla japonesa que, en realidad, muy pocos conocen.

Más obras de Susumu Higa por estos lares, por favor.

J. J. Castillo nació una fría mañana de invierno en la que el murmullo del viento hizo temer al más valeroso. Enamorado de esa sensación, dedica su tiempo a escribir y leer historias que increpen el alma. En el ámbito de las letras ha ganado premios y ha colaborado con cantidad de editoriales especializadas en los tres grandes géneros.