Reseña: La Pandilla 1964-1976

Una buena celebración del cómic europeo en nuestro país es que Dolmen Editorial haya traído por fin La Pandilla en su genial colección de clásicos en tapa dura como acostumbra a hacer con estos grandes de la BD. La icónica obra de Jean Roba, uno de los grandes autores del cómic franco-belga, conocido principalmente por su serie Bill y Bolita (https://dolmeneditorial.com/tienda/proximamente-bill-y-bolita-1959-1963/), aunque os diría que los que tuvimos oportunidad de leer estos cómics de pequeños, siempre le recordaremos más por La Ribambelle; las aventuras de una genial pandilla con grandes personajes: Phil, Archibald, Grenadine, Dizzy y Atchí y Atchá. Y ahora llega un nuevo volumen donde se pueden encontrar sus mejores aventuras, o al menos, muchas de las que primero disfruté. Ten que decir que también soy de la opinión de que esta serie es de mucha mayor calidad que Boule et Bill, aunque tampoco son muy comparables. Sin embargo, aquí Roba, ofrece una de sus obras más logradas gráficamente.

Tenemos una banda de alegres “ribambins”, abiertos a la diversidad, que solo piden una cosa: jugar tranquilamente en su autobús y en su terreno baldío, obtenido tras una reñida batalla contra Grofilou. Pero parece que la paz y la amabilidad no agradan a todos. Ni a Grofilou, símbolo de un capitalismo desviado y pervertido, ni a Tatane y su pandilla. Los Caimanes, más insensatos que maliciosos, son el reflejo de nuestra amigable pandilla. Todos estos «villanos» tienen un lugar importante en las aventuras, con personajes bien desarrollados e incluso entrañables, como Rodolphe y Alphonse. En cuanto a los «buenos», son una delicia. Archibald es el motor del grupo con su divertidísima mezcla de francés e inglés. Atchí y Atchá aportan un toque poético con sus máximas pseudoconfucianas, ingeniosamente concebidas y colocadas. Pero para mí la verdadera joya es James, el adulto que aún es un niño de corazón, protector y partícipe, sin el cual nada sería plausible.

Un cómic europeo clásico donde las ilustraciones son muy dinámicas, precisas en la representación de los personajes, y los fondos están meticulosamente elaborados, y llenos de detalles encantadores. Los colores son auténticos de la época; me encantan. Y, por supuesto, hay pequeños guiños a otras series (Astérix y Obelix, por ejemplo). Sin embargo, la guinda del pastel es el vocabulario multifacético; desde el sofisticado James o Atchí y Atchá (pusilánime, lepidóptero, alcaloide…) hasta los juegos de palabras de Los Caimanes, sin olvidar el pasado de subjuntivo y la creatividad desbordante. Por eso este título es una gran recuperación para toda comicteca que se precie.

Una lectura obligada, una relectura obligada, una lectura para mostrar a peques y hacerlos que se interesen por un buen cómic… Nostalgia pura. Si no los conocíais, merece la pena descubrirlos.

J. J. Castillo nació una fría mañana de invierno en la que el murmullo del viento hizo temer al más valeroso. Enamorado de esa sensación, dedica su tiempo a escribir y leer historias que increpen el alma. En el ámbito de las letras ha ganado premios y ha colaborado con cantidad de editoriales especializadas en los tres grandes géneros.