Reseña: Bootblack, de Mikaël

En un cómic bélico, por lo general, nos topamos con flashbacks de soldados y veteranos venidos a menos que suelen recordar una y otra vez los momentos más duros pasados durante una batalla o guerra. Bootblack es muy diferente, trata de un soldado que recuerda su pasado, sí, pero tira más hacia el recuerdo de una juventud del protagonista como hijo de inmigrantes en las calles de Nueva York de entreguerras. Los grandes momentos vividos de un personaje en una ciudad que crecía y crecía es la nueva obra de arte del artista Mikaël.

Es increíble cómo este autor es capaz de apreciar y reproducir en sus títulos las grandes ciudades norteamericanas de los años 30 (Nueva York, en particular). Y como narra sobre las profesiones de la época y lo que simbolizan. Pasamos de constructores de rascacielos gigantes en su genial Giant (https://www.normaeditorial.com/ficha/comic-europeo/giant), a tratar los problemas de vida de los pequeños limpiabotas de la ciudad que sobreviven varios dias con un escaso dólar. Es más, si miráis de pasada la portada de este volumen que recopila los dos álbumes de Bootblack, os enfrentaréis a una ilusión óptica. ¿Un guiño voluntario a su anterior obra? Da la impresión de estar viendo a un hombre sobre una de esa famosas vigas en el aire, cuando en realidad son dos tomas, diferentes ilustraciones que tratan lo que es estar arriba o abajo.

El punto fuerte es, sin duda, el dibujo y los colores creados para la ocasión por Mikaël. Su estilo realista muy ameno y su elección de colores donde predominan los tonos sepia, dotan casi a cada viñeta de un encanto especial. Sus decorados de las grandes ciudades norteamericanas del periodo de entreguerras acentúan aún más ese clasicismo nacido de la propia vertiente cinematográfica del encuadre y la coloración. Una trama que se lee agradablemente también. En primer lugar porque el dibujo de Mikaël -muy oscuro, con un colorido bastante conseguido- es realmente bueno y dinámico en una trama donde seguimos a un grupo de niños traviesos, incluido nuestro héroe y lo que les deparará el destino (una escena introductoria en forma de flash-forward, luego una historia lineal que nos explica el pasado del personaje principal y finalmente un regreso a una época posterior para la escena final en el primer álbum).

A nivel de personajes, el joven pilluelo de la calle dispuesto a todo para salir airoso, el amigo luchador, la bella y joven vecina de la que se enamora perdidamente o el rival pandilla. El nivel de progresión de la historia, maravilloso. El descubrimiento del entorno, luego la evolución de las pequeñas travesuras hasta la catástrofe que lo cambiará todo… Un genial clásico que te hace amar el buen cómic europeo. ¿Muy Dickens la trama? Puede. Pero más similar diría yo a las sensaciones que uno tiene cuando disfruta la excelente película Érase una vez en América. Incluso por el romance de Al y Maggie (algunos puntos en común con el de Noodles y Deborah). Y, por supuesto, una obra que tira de la enorme fuente de inspiración que fue para todos cuando la Nueva York de la época empezó a alzarse hacia los cielos en la Era Roosevelt.

De la que Will Eisner también creó maravillosos cómics, por cierto.

En una web como Desde New York…, un cómic así tenía que ser reseñado sí o sí.