Reseña: Chew (Integral 1), de John Layman y Rob Guillory

Una de las cosas que más odié durante el confinamiento, fue no poder salir a comer fuera. Y donde se podía… no se podía a gusto. Que sí, que la comida a domicilio estuvo muy bien y las mensajerías hicieron dinerito fresco a cascoporro, pero uno/a no puede esta dando propina toda la vida porque le pongan de poner. No en este país. No con nuestros sueldos. Y cocinar no era una tarea ardua pero durante el confinamiento se convirtió en una de las rutinas más odiadas por el ser humano de este planeta al que por fin se le metió el miedito en el cuerpo porque un virus (esta vez de verdad) podía acabar con todos. Fue duro. Y eso que puedo alegar ser, de las pocas personas de este país que continuó saliendo a trabajar cada día como si todo aquello no fuera con él. Mi trabajo era importante en aquellos momentos para los demás. Dejémoslo ahí. Bien, pues si no sabéis que es Chew, aquí tenéis un cómic sobre las consecuencias que trae una plaga masiva, donde el gobierno ha establecido regulaciones estrictas sobre lo que la gente puede y no puede comer. Y los agentes de la FDA patrullan las calles en busca de vendedores de alimentos ilegales de alimentos mientras descubren una conspiración masiva que termina resultando ser docenas de cuerpos que debieron ser enterrados y no devorados como están siendo. Sí, a pesar de que Chew fue publicado en USA en 2009, este cómic no ha envejecido nada de nada.

Tony Chu es un policía con un secreto, un extraño secreto. Tony Chu es cibopático, lo que significa que obtiene impresiones psíquicas de todo lo que come. También significa que es un gran detective, siempre y cuando no le importe mordisquear el cadáver de una víctima de asesinato para averiguar quién fue y por qué están ahí tiradas sus entrañas, vacias por toda la acera. Es un trabajo sucio y Tony tiene que comer cosas terribles en nombre de la justicia. Y por si eso no fuera suficientemente malo, el gobierno ha descubierto el secreto de Chu y tiene (terribles) planes para él. Le guste o no. Chew es una de esas series de trama tan diferente que mola. Una serie retorcida sobre policías, ladrones, cocineros, caníbales y clarividentes, escrita por John Layman (Marvel Zombies vs. Army of Darkness, House of M: Fantastic Four, Puffed) con unos dibujos molones de mi admirado «novato» ilustrador Rob Guillory.

Chew comienza en un mundo donde una misteriosa cepa de gripe aviar ha matado a veintitrés millones de personas. Como resultado, el gobierno USA ha prohibido la producción y venta de todos los productos de pollo. No más tortillas, no más huevos revueltos, no más sopa de pollo y no más pollo frito (¡Dioses! Me muero si pasara algo así). Curiosamente, resulta que vivir en un mundo en el que el pollo está prohibido es un mundo en el que solo los forajidos tendrán pollo. ¿Os acordáis de la La Ley Seca? Pues eso. Y aquí como resultado una Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) recientemente empoderada va directamente a la guerra con ese mercado negro de aves creado por los malos-malutos que siempre tienen que estar al margen de las normas civilizadas impuestas. Y si creéis que la trama de este cómic es sospechosamente una crítica a la tremenda guerra contra las drogas que existe en USA, no os preocupéis, el cómic hace claramente la comparación por nosotros.

En todo este lío interviene el ex-policía de Filadelfia convertido en agente de la FDA, Tony Chu. Ese que puede aprender cosas sobre los alimentos que come. Por ejemplo, si come una manzana, puede saber dónde se cultivó y quién la recogió. Si come un buen bistec…, bueno, digamos que no le hace ninguna gracia comer carne. Ya en el primer número de la serie, su pequeño/gran talento le sirve para descubrir accidentalmente a un asesino en serie que trabajaba como sous-chef en un bar clandestino de pollos de rigurosa procedencia. Una “encantadora” premisa para empezar este primer magnífico integral de veinte números que acaba de publicar Planeta Cómic en nuestro país. Donde a pesar de la temática exagerada y las desagradables implicaciones de un policía que tiene que comerse a la gente en nombre de la justicia, la construcción de Chew esplende porque muestra ser un cómic que se disfruta con una sonrisa casi constante en la cara. Muy pocos cómics consiguen eso.

Sabía de la fama de Chew y era uno de los títulos que había pasado por alto hasta ahora que sabía que me iba a encantar si o si. Iba con las expectativas muy altas y aunque soy consciente de que eso es muy peligroso, no solo no me ha decepcionado, me ha quedado la sensación de que quiero esta serie al completo en mi ya tan espacio-solicitada cómicteca. Tony Chu es un chulo personaje que se mueve entre un gran elenco de personajes. Layman reconoce todos los tropos tradicionales de un procedimiento policial y lo lleva de maravilla con cada trama. Violencia, intriga, humor y habilidades aún más extrañas que las centradas en la comida, van apareciendo. Son los otros ingredientes del atractivo de Chew.

Una maravilla.