Reseña: Stray Dogs, de Tony Fleecs, Trish Forstner y Brad Simpson

Stray Dogs no es una bonita pelicula Disney pero bien pudiera serlo, o mejor dicho, parecerlo. Aunque más bien se acercaría a uno de los films de los que hacen ahora Pixar o Dreamworks…, uno de esos con un trasfondo importante para poner en debate ciertos temas de adultos a los que el ser humano tiene que enfrentarse en la vida. Porque Stray Dogs: Perros Callejeros es una novela gráfica perversamente inteligente y encantadoramente desconcertante así como un cálido abrazo o una carta de amor al mejor amigo del hombre. A esas personas desinteresadas que mueren de pena con cada noticia de horror hacia los animales pero también una oda a todos esos que ponen en un altar antes a los perritos que a las personas. Y es cierto, insisto, en que a primera vista, Stray Dogs puede verse como una mezcla entre 101 Dálmatas y All Dogs Go to Heaven (Todos los perros van al cielo), pero a medida que avanza esta historia brillantemente pensada, la adorable obra de arte gráfica que tenemos entre manos, da paso a algo mucho más oscuro e inquietante.

A medida que nos damos cuenta de que no todo está bien en la casa a la que la perrita Sophie acaba de llegar, y dónde sigue sin poder recordar nada de su vida anterior hasta el momento, se ve que no reconoce a ninguno de esos otros perros. Y la sensación constante de que algo terrible ha sucedido no se va. Porque no puede… recordar… ¡Espera! ¿Dónde está su humana? En esencia, Stray Dogs es un thriller bien creado que te mantiene envuelto en un potente suspense hasta el final. Y es que contar más…, sería spoilear a tope. Diría que casi ningún detalle más de los comentados debiera decirse o la narración que os espera perdería un potente impacto sustancial. Sobre todo, ese temor creciente en el que navaga el cómic de forma maravillosa. Basta decir que la llegada de Sophie presagia el desmoronamiento de este paraíso de perros, de modo que cada página eventualmente se convierte en una carrera por burlar algo oscuramente diabólico que les persigue (el entrelineas creado de forma genial por Tony Fleecs).

Tengo que decir que el personaje de Rusty me encantó. El perro fuerte y listo y con carácter que nos hace pensar que el mejor amigo del hombre también puede salir de apuros por su cuenta. Y aunque el nuevo dueño parece el epítome del amable salvador… mmmmm…, me callo, me callo. En cuanto al arte, Stray Dogs: Perros Callejeros es lo que sería en USA una dulce evocación al cómic europeo del que por cierto muchos lectores de cómics de allí no tienen ni idea. Ya sabéis, el egocentrismo norteamericano. En primer orden, una maravilla visual. Todo el cómic estás pensando que estas viendo una peli de la compañias mencionadas o que estás ante viñetas que son capturas de un film de dibujos animados al estilo La Dama y el Vagabundo. Pero es cómic. No existe Stray Dogs en otro formato (por el momento). Es puro arte de Trish Forstner y el colorista Brad Simpson, que capturan a la perfección la alegría y el horror de la pesadilla hasta el final de la historia.

Stray Dogs: Perros Callejeros es simplemente impresionante, desgarradoramente brillante y un cómic inmersivo como pocos. Donde creemos que vamos a encontrar la historia de perros más dulce que se podría desear, estamos ante una trama que capa sobre capa rebosa oscuridad enterrada, sin dejar de lado la máxima que dice que mientras haya esperanza, amistad y amor incondicional, el corazón se romperá, al menos, en menos pedazos. Y así será más fácil de restaurar. Stray Dogs: Perros Callejeros es una de esas historias ingeniosas que combina dos géneros muy diferentes y lo hace tan bien que te preguntas cómo nadie vio antes que los dos podían ir tan bien juntos. Yo mismo me fustigo por ello.

Magnífica de principio a fin. Cómic que ha sido la sorpresa del año en USA y que Norma Editorial ya ha colocado en librerías.