Reseña: Los Muertos Vivientes. Descanse en Paz, de Robert Kirkman, Tony Moore y Charlie Adlard

Cero spoilers.

Y llegó, lo que algunos pensábamos que nunca llegaría. Se mató a la gallina de los huevos de oro. El final de The Walking Dead. El cómic que lanzó a la fama al señor Kirkman y que puso de moda nuevamente los zombies en el mundo…, Bueno, diría que trajo de nuevo a la actualidad aquellos lejanos años 80s, la idea de muertos vivientes por doquier, el apocalípsis sin una idea clara, no hay un porqué, el mejor subgénero de todos. Una historia que desde el principio llega a lo más profundo y que con poco se vuelve formidable. En el mundo de los cómics, el boca a boca, arrastra verdades. Los Muertos Vivientes viene siendo aclamado por la crítica desde que vio la luz en 2003 de manos del casi por entonces desconocido Robert Kirkman y el dibujante Tony Moore.

Como decía en su primera introducción, nacía una historia de zombis sin pretender asustar a nadie, y que sin intentar ahondar en el gore y en las vísceras al por mayor, nos presentaba un enorme elenco de personajes en situaciones límite. Reflejando su comportamiento moral y social a ojos de los demás. Y, sin duda, ese ha sido su fuerte. Su éxito. Pues que duda cabe que un cómic bien escrito y bien dibujado que enganche, si encima lleva al lector a evolucionar junto a los personajes… Tiene el cielo ganado.

Los Muertos Vivientes (Tomo 32: Descanse en Paz), fiel a su nombre, puede ser el volumen más tranquilo y melancólico que ha tenido la serie. Si bien ciertamente hay mucha acción para cerrar la serie, las ochenta páginas adicionales con las que este volumen trabaja le permiten ser un guión más reflexivo y contemplativo, que otra cosa. Lo que me parece adecuado, pues me encantan esas conclusiones que tras la acción final se muestran cantidad de escenas entre pasado y presente y una música evocadora a lo Enya…. ¿Es el tipo de finalización que Kirkman andaba buscando? Alguna sorpresita hay.

Terminar una serie como Los Muertos Vivientes nunca iba a ser fácil. Si bien no ha sido para mí absolutamente perfecta, Descanse en Paz, sí que tiene bastante satisfacción para lo que se podía llamar una línea de conclusión remarcable teniendo en cuenta lo que es. Una serie de larga duración y que ha mantenido un nivel alto y atractivo a lo largo de casi doscientos números. Estando a la altura, aportando identidad, giros sorprendentes, muertes súbitas y momentos desgarradores. Muchos sabíamos que los creadores dedicaron un buen tiempo a pensar en un cierre lo más sorprendente posible (se tomaron la molestia de crear portadas falsas y anuncios para futuros números que nunca hicieron, hay un buen frikerío sobre esto en internet), pero la conclusión ha sido… bueno, tendréis que comprobarlo por vosotros mismos. De lo que no hay ninguna duda es, de la sensibilidad de Kirkman como escritor y del nivel de confianza que se ha ganado de otros creativos que trabajaron con él. A pesar del enorme empresario que es hoy, cuida a sus productos y a su gente como nadie.

En 2003, cuando se lanzó el primer volumen de The Walking Dead, Kirkman lamentaba la brevedad de las historias de zombies. La insatisfacción de Kirkman con el subgénero era que andaba deseoso de más, que cuando terminaba una buena peli, quería más. Que el deseo de hacer una historia larga con este trasfondo apocalíptico surgió, sobre todo, de querer ver que sucedía después de los créditos finales de muchas de aquellas películas viejas e inconclusas. Su objetivo al principio con Los Muertos Vivientes, era escribir una película de zombies que nunca terminara. Pero después de dieciséis años, la historia interminable de Kirkman, ha llegado a su conclusión. Por que nada es eterno.

¿O sí?