Reseña: Trazo de Tiza, de Miguelanxo Prado

Premio Alph Art al Mejor Álbum Extranjero en la Angoulême de 1994. Premio a la Mejor Obra en el Salón del Cómic de Barcelona (1994). Nominación a los Premios Eisner en la categoría de Mejor Pintor (1995). E incluso a los Premios Harvey estuvo nominada como Mejor Obra Extranjera en 1995. En definitiva, Trazo de tiza no es otra cosa que la obra más premiada del maestro Miguelanxo Prado. Y ahora vuelve a estar disponible en librerías con material adicional inédito, la oportunidad ideal para ponerse con ella o volver para quien guste de grandes obras del cómic europeo como Prado ha creado en esta ocasión. Considerada ya uno de los grandes clásicos del cómic español.

Una historia a puerta cerrada en una isla. Un faro en mitad del océano. Ambiente cargado aunque ventoso. Personajes con problemas y trama polifacética, tenemos una importante y rara belleza que evoca a la mejor pintura impresionista de la que Prado debe ser súper fan. Colores extravagantes, tonos pastel, dulces que te llevan, te ambientan al lugar que se propone en la viñeta. Difícil resumir en pocas palabras todo el interés que siempre ha sembrado en mí esta pequeña (gran) obra maestra. El posadero, el muro del muelle, las extrañas relaciones entre los personajes, tantos detalles cruciales para entender qué pasó o qué pudo haber pasado… Una cosa es segura, cuando acabes de leerlo querrás re-leer este cómic otra vez. Apuesto a que lo harás. Y una segunda lectura os llevará a verificar, a cotejar la buena interpretación de los hechos algo “lynchianos” de la obra. A mí desde luego me recuerda a las buenas pelis de David en cuanto a guion.

Después de capear una tormenta durante dos días, Raúl aterriza en un islote que ningún mapa indica. Una pared cubierta de grafitis, un faro en desuso, una posada-cantina-bar de comidas regentada por una mujer y su extraño hijo, rocas, gaviotas y supersticiones, de eso trata Trazo de tiza. Otro barco está en el muelle. A bordo, Ana, una mujer bella y salvaje. Entre Raúl y Ana se anuda una divertida historia hecha de silencios, desencuentros y citas perdidas. Cuento más para decir que la historia es enrevesada al final y da lugar a finales abiertos. Los amantes de esto lo fliparán. Quizás lo de “enrevesado” pueda provenir por la cantidad de detalles que se agolpan y de los que te das cuenta con segundas lecturas, como decía antes. Es cierto que me gusta lo fantástico siempre que haya una dosis de racionalidad para entender los hechos que se suceden. No me gustan los ejercicios de estilo pseudo-intelectual y eah…, está dicho. El guion contiene escenas que me gustaron, pero no me gustó el hecho de que los elementos un poco extraños de la historia no se explicaran lo suficiente. No estoy pidiendo grandes explicaciones como si un personaje lo revelara todo pero las pistas deben ser certeras si salen a la palestra. De ahí mi comparación un poco al universo de David Lynch. Es un cómic muy interpretativo. Sin embargo, esta singularidad merece ser subrayada y no pasaba en El Pacto del Letargo (https://www.cronicasliterarias.es/?p=2034) que tanto disfruté.

El estilo gráfico es magnífico y poético contribuyendo al encanto de esta genial reedición que se ha marcado Norma Editorial. El dibujo está bastante bien en cuanto al decorado. Esta historia, aunque lenta y casi sin acción, me atrapó de principio a fin. Obviamente, es el final el que le da toda la dimensión a esta historia atemporal. Pero al igual que le pasara a los personajes de Mary Poppins, la sensación es esa, la de estar metido en cuadro.

Una joyita.