Reseña: San Antonio en Lyon, de Michaël Sanlaville

Tengo un familiar que es un gran fan de San Antonio desde hace más de treinta y cinco años. Se dice pronto. Me contó que descubrió las historias de Sanlaville y desde entonces ninguna le decepcionó. Habla de un supuesto espíritu de los cómics de este señor, sobre todo, en todo lo referente a San-A… como se le conoce más allá de los Pirineos. Mi caso personal es que conocía San Antonio, principalmente por su nombre. Lo imaginé siempre con ese tono a las películas ambientadas en diálogos de Michel Audiard, historias de la elegante pluma de Céline, o incluso de los Pieds Nickelés. De alguna forma, había oído hablar en algún momento de la serie literaria consecuente escrita por Frédéric. Otro autor príncipe de la jerga. Por eso, me he reído mucho y creo que he llegado a lo esencial para entender la «gracia» de San Antonio. Alguien dijo una vez que el argot era el latín de la chusma.

El lenguaje metafórico de la jerga es omnipresente en este cómic que publica por estos lares Nuevo Nueve Editores. En San Antonio en Lyon, ya sea a través del comisario San Antonio o su compañero, está muy presente el palabrerío. ¿Es un problema? Para nada. Creo que en un porcentaje muy alto a cualquiera le hace reír el tema de la ordinariez hablando. Y de eso “peca” y por ellos es conocida esta serie. Con un trama en sí entretenida, en el ambiente de los thrillers de antaño, bastante alejados de los lúgubres thrillers de hoy: Bérurier haciendo de maestro de colegio (en plan Poli de Guardería) en plena región de Beaujolais. Dos alumnos han desaparecido y un maestro ha sido asesinado. En un colegio. Con niños de por medio. Lo que debería representarse como algo aterrador… se presenta como una trama con unos vaivenes entretenidos, una historia llamativa y sorprendente en ocasiones, llena de interesantes escenas a la hora de desenmascarar a los culpables.

Además, el dibujo de Michaël Sanlaville es muy apropiado con el contenido de la historia y no duda en caricaturizar a Eric Zemmour, Dominique Straus-Kahn o Gérard Depardieu entre los más feos secundarios que hacen acto de apariencia. Una investigación en lenguaje «florido», un gran momento de relajación lectora para todo aquel que le quiera dar una oportunidad.

En los años 70 del pasado siglo, Studio Henri Desclez publicó siete álbumes transponiendo Les Aventures du commissaire San-Antonio, de las que este familiar que os digo los comenta como cómics bastante agradables en términos de diseño, pero entretenidos en términos de escenarios. Dice que los fans de esas historias han estado esperando la vuelta de San Antonio después de casi cuarenta años.

Michaël Sanlaville domina muy bien “su negocio” y es poderoso inventando una galería de personajes terrenales que como bien dice la sinopsis editorial están entre James Bond y Torrente. Habrá que buscar más de estos títulos. Cuando el río suena, agua lleva.