Reseña: Genocidal Organ, de Project Itoh

Pocas veces vais a ver que una novela debido a su éxito en Japón sea adaptada después al manga y al anime. Es obvio que allí prima esto último antes que la literatura sin dibujos pero eso nos está diciendo ya -o advirtiendo- de la calidad de la trama de Genocidal Organ. Título que se ha convertido ya en una obra fundamental de la ciencia ficción japonesa moderna, la cual invita a reflexionar no solo sobre la guerra, sino también sobre cuestiones sociales, morales, filosóficas, lingüísticas y geopolíticas de nuestros días.

Tengo que decir que al principio, me desanimó la arrogancia del autor. Cuesta acostumbrarse al personaje principal, un introspectivo nerd atrapado en el cuerpo de un soldado de las fuerzas especiales, sobre todo, considerando la propensión del autor a usarlo como válvula de escape para sus propias preocupaciones políticas y filosóficas. Sin embargo, con el tiempo, la frecuencia de ideas interesantes y la sensibilidad del autor hacia los temas que aborda me convencieron de que Genocidal Organ es una novela bastante destacable donde la guerra contra el terrorismo estalla, literalmente, el día que Sarajevo es destruida por un artefacto nuclear casero. Las principales democracias se transforman entonces en estados de vigilancia total, y el mundo en desarrollo se hunde en una ola de genocidios. Y es que el misterioso señor norteamericano John Paul parece estar detrás del colapso del sistema mundial, y ahora le toca al agente de inteligencia Clavis Shepherd rastrearlo a través de las ruinas de las civilizaciones para encontrar el verdadero corazón de las tinieblas: un órgano genocida.

Aunque el argumento de Genocidal Organ parece a veces parece una diatriba anti-americana (como suele ocurrir en la CF de otros países fuera de USA), los personajes que se entrelazan en la historia, que representan diferentes voces sobre el súper poder favorito de todos, representan preocupaciones y motivos legítimos, lo que enturbia las aguas lo suficiente como para que la novela se lea más como una discusión que como una diatriba. Elementos estéticos como la carne artificial de los sistemas de armas de vanguardia de los países del primer mundo, los campos de exterminio pos-coloniales de los países del tercer mundo donde se enfrentan niños soldados y fuerzas especiales, y la mezcla europea de arquitectura histórica y hologramas futuristas crean un mundo único, oscuro, cínico, fantástico y creíble a la vez. Gran parte de la violencia de esta historia, al principio, parece estar ahí solo para impactar y resulta forzada, pero al final se vuelve esencial para las motivaciones de los personajes. Y eso está muy bien llevado aunque la prosa es a veces algo torpe, pero en general legible (algo previsible al tratarse de una obra traducida), y es que suele pasar a veces que es difícil entender lo que un autor oriental (con ideales tan diferentes a los occidentales) quiere comunicar de verdad. De ahí de la poderosa originalidad de muchos mangas.

Esta novela me recordó a las películas de Mamoru Oshii, que fusionan alta tecnología con monólogos filosóficos y secuencias de acción creíbles. También podría compararse con la saga Metal Gear Solid, con todas sus referencias a la cultura popular, aunque resulta mucho menos cursi. Dicen que es comparable a la Apocalyse Now, de Coppola… Ufff, no sé yo. Pero que duda cabe que estamos ante una novela que fue un éxito rotundo en Japón, donde ganó el premio a la mejor novela de ciencia ficción de 2007, un título recomendable para todo amante de la CF moderna que se precie.

J. J. Castillo nació una fría mañana de invierno en la que el murmullo del viento hizo temer al más valeroso. Enamorado de esa sensación, dedica su tiempo a escribir y leer historias que increpen el alma. En el ámbito de las letras ha ganado premios y ha colaborado con cantidad de editoriales especializadas en los tres grandes géneros.