Reseña: Después de Medianoche
Gaëlle Geniller nos adentra de nuevo en su mundo único y atemporal, una experiencia encantadora, en este nuevo título que publica en nuestro país La Cúpula Ediciones. Tras el mundo de los cabarets con sus terciopelos con volantes en Rosa, la autora ahora nos invita a una vasta mansión victoriana con rincones oscuros donde los fantasmas se han instalado. Otro alarde de su habilidad natural para la confección de mundos melancólicos de luces y atmósferas dentro del siempre genial estilo de cómic europeo. Pero con Después de Medianoche, no es tanto la narración lo que impresionará al lector como la sensación etérea que emana, porque, hay que reconocerlo, incluso los más impacientes pueden no encontrar lo que buscan en este título. Es un tipo de cómic que debe saborearse como pastitas a la hora del té en un salón inglés, sin el riesgo de encontrar arsénico en la taza. Así se me ha ocurrido describir el universo que la señorita Geniller crea: un universo agradable y resplandeciente, una especie de capullo ajeno a la violencia del mundo. Porque algunas almas melancólicas podrán deplorar esto, pero será difícil para cualquier alma enamorada de la belleza resistirse al encanto de lo que podría describirse como un oasis gráfico.
Al igual que los fantasmas de la historia, ya sean los tres cuervos, los retratos o esa sombra ligeramente inquietante, el lector observará a Guerlain deambulando por las vastas estancias de su mansión, buscando el sueño y las respuestas a las preguntas que lo asaltan. Esto es especialmente cierto en la amnesia sobre su infancia en el lugar, una amnesia que ha transformado al joven dandi treintañero en una especie de zombi frágil, marcado por una fatiga prematura y con un hijo llamado Nisse, una presencia tranquilizadora, que parece tener el don de conversar con los espíritus del lugar. El mismo que más tarde le ayuda a reconstruir el rompecabezas de una vida donde los recuerdos se han desmoronado. Por eso mola que, constantemente alerta, es el niño quien accidentalmente encuentra un herbario en un cajón que su padre había dejado y resulta que lo había hecho durante su infancia, imaginando que cada flor correspondía a un tipo de encuentro con lo desconocido…
Y, sin embargo, a Guerlain no le falta el amor. Mimado por su esposa desde su primer amor a primera vista hace doce años, quien se reunirá con él en cuanto tenga menos trabajo, admirado por su hijo, cuyo cariño es totalmente correspondido, y cuidado por sus tres hermanas, que lo llaman constantemente para ver cómo está, este viejoven acaudalado no tiene tiempo para sentirse mal, aunque en el fondo siente que le falta algo. Tiene la sensación de estar atrapado en un laberinto de paredes de cristal. Una búsqueda surrealista comienza entonces para permitirle reencontrar los hilos de su infancia perdida.
Tenemos como os decía un cómic que es puro encanto gráfico, impregnado de una poesía envolvente de aromas florales, quizá los de los pétalos delicadamente depositados en el rostro de Guerlain por los tres cuervos ayuda bastante a pillar el tono desde el principio. Lo que distingue a Gaëlle Geniller de otros autores es claramente la influencia del manga en la representación de los rostros; sin embargo, esta autora labra su propio surco, lejos de los códigos «industriales» del cómic nipón.
Una obra magistral para lectores gourmet.
Buen título a descubrir entre las novedades que ya brinda una segunda edición.
Perdérselo no debería ser una opción.