Reseña: Sandman. La Casa de los Susurros. El Poder Dividido, de Hopkinson, Dominike “Domo” Stanton, Dan Watters y Aneke

Siempre es un gusto regresar a Sandman y las obras que se basan en ella. Otra forma de verlo, de disfrutarlo, de volver a ver un viejo amigo con el que pasaste grandes momentos. En La Casa de los Susurros, la idea parte de verdaderos fans como tú y como yo, guionista e ilustrador, que han hecho su Sueño (nunca mejor dicho) realidad al trabajar en el mundo de la obra que aman. Nalo Hopkinson (Brown Girl in the Ring, Midnight Robber) y el talentoso dibujante Dominike “Domo” Stanton (Moon Girl y Dinosaurio Diabólico) llevan el maravilloso mundo creado por el maestro Neil Gaiman hasta lugares nunca imaginados.

Erzulie Freda es la Diosa Vudú del Amor y la Belleza. Su hogar, la Casa de Dahomey, es un lugar de música, comidas y fiestas. Pero cuando cuatro niñas humanas liberan sin saberlo una plaga que envía espíritus al mundo onírico de Sueño, dejando sus cuerpos vacíos y esperando la muerte, la Casa de Dahomey es arrojada más allá de los límites de la realidad. Así empieza esta trama que te embaucará desde la primera página, más aún si eres fan de toda la vida de lo que concierne a Sandman. El Sueño no es un lugar amigable, y la locura desciende sobre los visitantes hasta que ya no pueden conservar sus formas originales y deben ceder a sus lados más oscuros para encontrar un camino a casa. La Casa de los Susurros sigue dos historias principales, la de Erzulie y su batalla contra la locura mientras intenta encontrar el camino de regreso a la realidad; y la de Toya y Maggie como portadoras de esta nueva plaga ideada por el sobrino de Erzulie, Shakpana, una enfermedad que separa espíritu y cuerpo. La yuxtaposición de las brillantes calles de fiesta de Nueva Orleans con la enfermedad irreversible que Maggie transmite a sabiendas a través de turistas y residentes, es escalofriante.

La Casa de los Susurros: El Poder Dividido recopila los números del #1 al #6 de la serie original. Eventos inexplicables comienzan esta historia ambientada en la mística ciudad de Nueva Orleans, Louisiana, y en un plano paralelo llamado El Sueño. Pero se ha abierto una grieta en ese lugar, y Matthew, el cuervo, es enviado a buscar al Señor de los Sueños. Cuatro chicas: Latoya, Maggie, Lumi y Habibi. Mientras caminan por el muelle, Habibi está molesta con su hermana, Latoya y arroja el collar de cocodrilo que Maggie le regaló, al agua. El colgante se hunde y se transforma en el tío Monday, que rápidamente es salvado por la señora Erzulie, la famosa deidad. Mientras tanto, Shakpana, otro dios, ha poseído con fuerza a Latoya, atrapando su alma en El Sueño y convirtiéndola en una muerta viviente. Erzulie y el tío Monday son sacados de su mundo y a partir de aquí comienza una vorágine de acontecimientos que desencadenan varias catástrofes: propagación de una plaga de muertos vivientes, escaramuzas en los bosques pantanosos de Louisiana y luchas contra seres aberrantes, muchos, paridos de rituales prohibidos.

En honor a la verdad, los lectores que no estén familiarizados con el Universo Sandman pueden perderse un poco con la narrativa mostrada en La Casa de los Susurros. Sin embargo, los personajes son lo más destacado de la historia y te mantienen interesado con todo lo que les va pasando. Las ilustraciones del entorno de El Sueño son maravillosas, exuberantes en contraste con la oscuridad que asola Nueva Orleans. Los personajes son étnicamente diversos y con capacidades diferentes y eso mola un montón. La Casa de los Susurros es el primero de tres volúmenes del arco argumental llamado The Dreaming (El Sueño). Tres volúmenes elaborados por diferentes artistas y coloristas amantes de lo creado por Neil Gaiman. Todos ya autores profesionales en su estilo, pero fans. Me cuentan además que lo que se narra en cada tomo, aunque técnicamente es parte de la misma serie, cuentan hechos bastante diferentes.

Los Libros de la Magia es el siguiente volumen de esta saga. Donde se alerta que, no todos los cuentos de hadas tienen finales felices. Interesante, ¿no?