Reseña: S.H.I.E.L.D. (Integral), de Jonathan Hickman, Dustin Weaver y VVAA

El magistral título en Marvel de Jonathan Hickman y Dustin Weaver, S.H.I.E.L.D. llegó como Integral por fin a nuestro país. Un Ómnibus más bien, que muchos esperábamos para poder sumergirnos en una trama que ha dado bastante que hablar al otro lado del charco. La historia comenzó, en 2010 y se relanzó en 2011, en un momento en que Hickman y Weaver tenían un futuro brillante en la editorial y menos material en desarrollo. Cuando la publicación se volvió más esporádica, la reputación de la serie se vio afectada por cierta temática que después comentaré, pero al igual que casi todos los cómics escritos por Jonathan Hickman, juntar las piezas narrativas para discernir la trama con el esperado número final, hace fácil que haga ¡Click! tú cerebro y entonces asientas diciendo palabrotas en voz baja del estilo: Joo-deeeeeerrrr…

Y es que obtener una historia que haga preguntas y desafíe al lector es exactamente lo que los fans deben esperar de S.H.I.E.L.D. Una obra que por cierto contiene unos fantásticos cliffhangers e ideas dibujadas por el increíble talento del noveno arte, Dustin Weaver. Es interesante ver dónde Hickman comienza a insertar su punto de vista de la historia en los personajes y cómo en este volumen vais a decubrir bastantes aspectos de la historia, especialmente con los momentos finales de esos personajes. La combinación de guión, orígenes sobrenaturales y superhéroes…, creo que es la primera vez que he visto este desarrollo en un cómic. Al menos, tan bien elaborado. Tened en cuenta además, que lo que se cuenta en S.H.I.E.L.D., ha jugado un papel importante en el Universo Cinematográfico Marvel (UCM).

Hay una extraña estructura no lineal en S.H.I.E.L.D. que se desarrolla (principalmente) en 1953, pero también en un pasado ancestral y en un futuro lejano. La mayor parte de la historia se desarrolla antes de la Edad de Oro de Marvel, esa época de los 60s cuando aparecieron personajes como Spiderman o Los 4 Fantásticos; pero Hickman parece estar enseñándonos un punto filosófico más amplio. Para aquellos que de alguna manera estén familiarizados con el Universo Marvel, ya sea desde su infancia o desde las películas, el concepto de S.H.I.E.L.D. es bastante sencillo: sirven simultáneamente como una fuerza policial mundial, visten de negro, subvencionados por varias potencias mundiales, por lo general, sirven para dar un toque de espionaje a cualquier historia o tramas de superhéroes. Eso sí, también otorgan a los eventos un alcance mayor. Es una función narrativa bastante sencilla: cuando el problema es demasiado grande para que un/a tío/a lo resuelva vestido de spandex simplemente agregamos salsa…, quiero decir, S.H.I.E.L.D y… ¡Qué venga la Caballería! De repente, aumentan las apuestas, el héroe tiene que lidiar con una nueva dinámica y la historia se vuelve más interesante o al menos, dinámica a más no poder. S.H.I.E.L.D. es una organización que ha servido como base de historias y series ocasionales (como la muy querida serie de Nick Furia, que os recomiendo), pero esos son otros temas. Por lo tanto, es absolutamente fascinante ver a Hickman tomar un concepto relativamente simple y expandirlo con tanta libertad. De repente, no solo tratan con artilugios geniales como portaaviones flotantes, sino que también incursionan en la profecía y el misticismo. No son un grupo de trabajo reactivo creado para hacer del mundo un lugar mejor, son una orden masónica que data de antes del nacimiento de Cristo y que lleva artefactos históricos de gran importancia. Es extraño ver dicha institución representada de esa manera, pero es sorprendente lo bien que Hickman nos lo/a encaja.

Da nueva vida a un concepto antiguo. Y sinceramente me sorprendió lo bien llevado que está el humanismo de la «historia secreta» en este gigantesco universo compartido. El Universo Marvel tiende a ser un lugar muy oscuro donde le suceden cosas horribles a la gente buena. Por eso me sorprendió el crudo optimismo de la historia que se lee entrelineas en S.H.I.E.L.D., cuando se nombra a la organización secreta: «No es así como acaba el mundo», declaran los héroes de todas las épocas.

Jonathan Hickman es una estrella en ascenso en Marvel, una supernova que de vez en cuando estalla y crea mundos nuevos a partir de simples rocas espaciales. Su aclamado trabajo en Secret Warriors, Fantastic Four, Ultimate Thor y Ultimate Hawkeye, hizo que quisiera leer esta obraza, tan diferente en todos los sentidos. Muchos vais a flipar. Y más, con un Dustin Weaver que presenta un espectáculo visual conmovedor, un “cuento” que presenta a personas violentamente divididas en varias capas diferentes y contiene meditación sobre psicología. En otras palabras, Hickman le pide mucho a Weaver en este portentoso guión, pero Weaver saca pecho y lo logra con resultados increíbles. Hay pliegos detallados de doble página llenos de extraterrestres, máquinas y páginas obsesionadas con imágenes-espejo -incluso los momentos finales con Howard Stark conectando estas ideas presentan elaboradas ilustraciones de maquinaria cargada de detalles pequeños e insignificantes-, ilustraciones que dan miedo de lo trabajadas que están. Enorme, lo laborioso de esta obra. Y la colorista Sonia Oback agrega elementos finales y remarca una obra llena de talento en todos los sentidos. Un titulazo que, sin duda, debería tener la grandeza de ganarse un buen sitio en la balda de grandes obras apoteósicas de nuestra cómicteca.

No hubo en su día suficientes personas que leyeran o hayan leído S.H.I.E.L.D., pero ahora que el ciclo está completo, la recomendación es muy alta. Pocos títulos tienen este nivel de ambición y esta cantidad de artesanía en todas y cada una de sus páginas. En vosotros está comprobarlo.