Reseña: Folklords, de Matt Kindt, Matt Smith y Chris O´Halloran

Uno siempre está abierto a una historia original. A una trama diferente siempre que se toque de algún modo lo fantástico pues esa es la llama que me incita a poner las manos delante en noches de frío. De realidad ya rebosa bastante el vaso, ¿no os parece?

Una de estas curiosidades, atractiva como pocas, la publicó en USA la editorial BOOM! Studios el año pasado y acaba de llegar por estos lares de la mano de Planeta Cómic. Se llama Folklords. Como se ha dicho, una vuelta de tuerca a la clásica historia de Fantasía, pero en un mundo enorme lleno de buenas ideas que da para bastante más. Y es que en Folklords, esta miniserie de cinco números ahora recopilada en tomo, hay algo absolutamente cautivador. Un misterio bien contado, bien sostenido, con la cantidad justa de pistas y de migas de pan en el camino. Seducir, es solo una de las palabras o sensaciones por las que pasaréis con los fascinantes encantos de esta historia escrita por Matt Kindt, ilustrada por Matt Smith y coloreada por Chris O’Halloran; que tiene lugar en un mundo medieval ingeniosamente diseñado donde los monstruos y la magia son algo común. Pero también los demás seres fantásticos que son presionados a un servicio hipnótico y un tanto oscuro, por un grupo de seres llamados los Bibliotecarios que gobiernan la vida del populacho con la despiadada e implacable eficiencia de la Inquisición Española.

En esta tierra donde todos siguen la línea marcada con dócil sumisión (no hay otra opción), empieza a destacar un joven llamado Ansel, un chico poseído con visiones y que viste ropas extrañas y usa dispositivos desconocidos con los que a veces no puede evitar ir más allá… Un personaje importante porque la historia cuenta que todas las dictaduras se debilitan y caen ante el conocimiento, la razón, por eso estos regímenes intentan controlarlos tan rígidamente. Y van a por Ansel.

Si no lo habéis pillado ya, este chico que se viste de traje y chaqueta con traje de negocios en marcado contraste con el ropaje de la gente de una especia de Edad Media, sabe cosas que posiblemente no podría conocer si fuera de este mundo de antaño. Sabe sobre ciudades y automóviles y personas “bien vestidas” y de un mundo tan avanzado como diferente que no es el mismo por el que camina. Tiene que estar maldito y andar con brujas, demonios y maleficios porque está perdiendo el norte con las cosas que dice. Eso piensa la gente. Anda en sueños febriles, por el amor de Dios.

En Folklords, hasta que terminas la historia por completo, nunca llegas a estar seguro si Ansel es el «freak» en un mundo simple de aldeanos que se adhieren a la conformidad de lo que les ha tocado vivir, o si ellos son los rarunos y quizás Ansel es el tío normal cuyas ideas debieran ser secundadas. El guionista de forma muy inteligente sugiere en pequeñas pistas, arrojadas aquí y allá, que Ansel podría estar en coma o en un profundo sueño. Y que este mundo por el que deambula es la creación de un demonio particular.

Pero hay más de un dato que te hará pensar lo contrario.

Un mundo donde los monstruos deben ser combatidos y los dragones dormidos de Gador deben ser encontrados. Todo muy noble y aventurero hasta que llega el momento clave. Kindt, Smith y O’Halloran nos ponen delante y en viñeta un misterio que engancha. Gran parte del encanto de Folklords, aparte de su descarada voluntad de jugar con el género, es el protagonista principal. Ansel es un joven ingenuo. Tiene miedo de lo que pueda pasar pero no el suficiente. Y eso que sabe que no tiene más remedio que hacer el viaje. Tiene mucho en juego, no es simplemente atraer el oprobio y la censura de los Bibliotecarios, sino poder perder para siempre el amor de sus padres, una novia que le apoya (tal vez, porque es más de pensar en sí misma), una nueva amiga tímida y una nueva aliada que no parece serlo al final.

Una deliciosa mezcla de introspección y acción, un misterio persistente que se explica lo justo para mantenerte enganchado. Folklords es una fábula que goza de una fuerte ambientación e inspiración artística que se vuelve exquisita por el contenido visual que muestra.

Una chulada de cómic.