Reseña: Chick Bill 1969-1970, de Tibet y Duchâteau

Como si fuese una especie de droga, mi padre solía decir (en una pregunta que parecía hacerse a sí mismo): «¡Niño! ¿Una del Oeste?«. Lo mio con el género western tiene su historia. Una que probablemente habré contado ya. Es un género que nunca me gustó y que casi llegué a odiar de pequeño. Pero también es una de las muchas cosas que cambiaron al hacerme viejóven. El gusto por lo antiguo, especialmente, por que noté que mis ojos se habían abierto del todo y vi ciertos recovecos a los géneros y sus historias. Los detalles. Si nunca dejaste la lectura constante y tocaste cantidad de palos o géneros literarios en el proceso, obtuviste este poder. Y estoy totalmente de acuerdo con la máxima de que el western evolucionó al denominado actualmente género negro. Y eso ya es otra cosa, friends. Aun así, las historias del Oeste dejan poso e incluso combinadas con misterio, terror, incluso con el humor, suele quedar una ensalada la mar de rica de esas fresquitas que apetecen de vez en cuando. Un ejemplo de ello es Chick Bill.

Chick Bill es la famosa serie de cómics de la BD que Dolmen Editorial está publicando en nuestro país por ciclos. Cuentan que en 1953, Lucky Luke ya no era el único cómic occidental humorístico. Llegó Chick Bill, un fiel vaquero, que al igual que Lucky Luke, era un semi-dios con el gatillo, y junto a varios personajes exponía cantidad de aventuras a cuál más chula. De hecho, uno de los personajes que para mí casi lo eclipsa es el secundario sheriff Dog Bull; estúpido, torpe, enojado, jactancioso pero hecho de buena pasta, flanqueado por su adjunto Kid Ordinn; un simplón ingenuo y tontorrón, prototipo de imbécil magnífico que en ocasiones puede aparecer con un aspecto asombroso, como en el episodio El inocente del pueblo o El arma secreta de Kid Ordinn. Álbumes magníficos, por cierto.

El tema es que me picaba el gusanillo del western nuevamente y aprovechando que regresaba un nuevo tomo como novedad, decidí devorar el correspondiente a los años 1969-1970. Otro de los buenos integrales en tapa dura de la colección que Dolmen Editorial está editando. Una colección que intento seguir fielmente y que en este caso hablamos de un volumen que contiene solo tres historias: Un inocente se encuentra en medio de una ciudad habitada por bandidos, en la que el delito es ley, y un disfrazado Dog Bull se inmiscuye en ella para rescatarlo; un dibujante ha convertido a Kid Ordinn en la estrella de su exitosa historieta, mientras este se las ve y se las desea para enfrentarse a un persistente atracador de bancos; y un buhonero consigue construir un robot con la intención de vendérselo a un excéntrico y acaudalado coleccionista, en una aventura en la que nada ni nadie es lo que aparenta ser.

Además, un volumen que cuenta con una “Kidordinería” que no había sido reeditada desde 1970 y sus habituales extras.

La calidad de las historias en estos integrales es importante. Son historias agradables de leer, un agradable diseño del maestro Tibet, que mezcla aventuras, humor y otros géneros dentro del entorno Salvaje Oeste. Es cierto que Chick Bill no se considera un cómic de culto, lo que me parece lamentable. Pero los requisitos los cumple de-todas-todas. Eso os lo aseguro. Siempre-siempre es un cómic, historia o tomo, disfrutable. Y eso no se dice de cualquier cómic, y menos, uno clásico.

Solo tenéis que poneros con una de estas geniales historias para daros cuenta.

¡Niño! ¿Una del Oeste?