Reseña: Carta Blanca, de Jordi Lafebre y Clémence Sapin

Carta Blanca puede ser uno de los cómics más bonitos que se pueden encontrar ahora mismo en novedades. El más preciocérrimo, desde luego, porque no se me ocurre un calificativo mayor. Pero, ¿basta sólo con eso? Obvio que no. Preciosa historia, entrañables personajes, guion y dibujo de Jordi Lafebre para el delirio que logra sentirlos vivos, conmovedores…, salgo de mi lectura encantado. Conmovido. A uno también le gusta que de vez en cuando le pongan el vello de punta, ¿no? Además, el ingenioso proceso de contar la historia…, bueno, bueno, vamos por partes. Pero sí que funciona de maravilla también esta vez. Y es cierto que conocemos el final de la historia de Ana y Zeno desde el principio, pero curiosamente -o magistralmente, según se mire- eso de ninguna manera estropea el placer de descubrir cómo y por qué estas dos personas se han amado durante tantos años y no se encontraron antes. Carta Blanca es una de las bonitas novedades que Norma Editorial trae este mes desde el siempre atractivo cómic europeo. El título y la portada me convencieron de que lo pasaría bien, esa extraña certeza que a veces surge cuando piensas que un volumen te molará y eso que no sabes de que va. Ocurre también con títulos así, que temes que te decepcione. Por alguna razón quieres que te guste, y es como tener la posibilidad de probar una tarta de naranja y rezas por que no esté amarga. Entonces, sin prestar mucha atención a los detalles leo el primer capítulo; bonito ronroneo, paso la página y ¿dónde estoy? Retrocedo. ¿Pero cómo diablos el capítulo 19 y acabo de leer el 20? Empieza el juego. Toda una lucha de ansias por no querer leer el Capítulo 1, o sea, el final… Que sería el principio. Uff…

Un cómic atípico ya que comenzaremos la historia con su conclusión y retrocederemos en el tiempo, como habréis podido imaginar. La historia de un amor platónico que dura casi cuarenta años. En Carta Blanca seguiremos el destino de esta pareja que los llevó a convertirse en quienes son pero siempre viviendo las consecuencias antes que las causas. Un guion hecho de manera inteligente -hay que tener muchas cosas en cuenta-, y con el tono ligero que tan bien fluye en las comedias románticas. Extrañaría muchísimo que no se convirtiera en peli. Pero también contiene temas dolorosos (en el amor verdadero qué no lo es), temas como la romantización de la infidelidad, por ejemplo. Durante casi cuarenta años, el personaje de Ana le ha mentido a su esposo y su hija. Son situaciones que pueden doler moralmente a ciertos lectores. No voy a desarrollar más este tema pero soy consciente que para muchos/as el amor se rompe en mil pedazos si tras una familia existe una mentira así. En especial, para ciertas mentes “vintage”, sé que una historia de engaño no puede ser encantadora y puede resultar dolorosa. No obstante, es preciosa en muchos sentidos. Con el detalle ese de, ¿cómo terminará?, ¿cómo empezó?

La mayoría de vosotros ha pasado por esto. Tenéis en vuestro interior amores, cosquilleos en la barriga, recuerdos con los que vibráis al rememorarlos. Historias que os perseguirán hasta vuestro último día, alzheimer mediante. Gente con la que soñaste estar y terminaste con ella o no. Quizás, si que te acercaste un tiempo pero por una cosa o por otra vuestro corazón se rasgó para siempre. La destreza del autor en Carta Blanca es la construcción de una historia invirtiendo el tiempo pero encadenando eventos de una manera coherente y apoyando un marco fluido. Cierto es que no me gustó que Lafebre intentará explicar el porqué es posible retroceder en el tiempo. Explicaría que esta novela gráfica empiece por el final pero hay cosas que no se cuentan y quedan mejor, señor. Como en las historias de zombies. Mejor dejar en el aire la idea del porqué y dónde parte todo. Si tocas temas científicos puede que algún lector especializado sonría por incredulidad.

Eso si, lo que enamora totalmente es el dibujo. Muy Disney pero sazonado de cómic europeo. Es una mezcla extraña pero enamora. Es increíblemente eficiente la línea dinámica y expresiva que consigue el autor para transmitir a la perfección los sentimientos de los personajes. Especialmente, a través de su apariencia. Desde las primeras páginas, cuando Ana tiene lágrimas en los ojos, os juro que yo también las tenía… Y es que apenas conozco la obra de Jordi Lafebre. No he leído nada de sus cómics anteriores y, sinceramente, no esperaba quedar tan encantado. La guinda al pastel, la pone el colorista y ayudante Clémence Sapin que permite establecer súper bien los estados de ánimo a través de esos tonos pastel que contiene la historia.

Una fábula moderna sobre el paso del tiempo y los sentimientos que quedan. Hermoso cómic, para leer y releer.

Buen finde a todos.

Reseña: Éramos el Enemigo, de George Takei, Justin Eisinger, Steven Scott y Harmony Becker

Puede parecer que voy de novela gráfica en novela gráfica, pero es que me parece de recibo que para alguien que lee tantísimo y tan rápido como yo (un devorador de historias del tamaño de un Azotamentes tengo dentro), ya que me pongo con una historia que empiece y acabe en el mismo tomo. Se agradece. Para más inri, leo tramas de todos los géneros pero tengo debilidad, cada vez más (será la edad) por las historias que tocan el alma. Historias reales que son traslaciones de novelas autobiográficas que han sido súper ventas en el New York Times y que hablan del dolor en primera persona y de sucesos de gran envergadura, que para bien o para más mal que bien, sufren inocentes sin comerlo ni beberlo.

Éramos el Enemigo es una de esas memorias gráficas que merecen ser leídas. Cuenta la historia, ahora en formato ilustrado, del actor/guionista/escritor/activista George Takei. Una historia de coraje, patriotismo, lealtad y amor. Planeta Cómic publica este mes además, la edición They Called Us Enemy: Expanded Edition. Un genial tomo en tapa dura, una edición de lujo con material y páginas extras que trae lo que me gusta a mí visualizar cuando me cuentan una historia basada en hechos reales: fotos verídicas de los protagonistas.

George Takei ha capturado corazones y mentes en todo el mundo con sus actuaciones magnéticas, su ingenio agudo y su compromiso franco con la igualdad de derechos. Pero mucho antes de desafiar esas nuevas fronteras que tanto promueve en Star Trek, se despertó una mañana como niño de cuatro años para encontrar a su país de nacimiento en guerra y a su padre y a toda su familia teniendo que huir de buenas a primeras para abandonar su hogar con un futuro incierto por delante. Una impresionante historia gráfica donde Takei repasa además la niñez que tuvo viviendo en los campos de concentración estadounidenses cuando formó parte de los ciento veinte mil japoneses americanos que el gobierno estadounidense mantuvo presos durante la Segunda Guerra Mundial.

En 1942, por orden del presidente Franklin D. Roosevelt, todas las personas de ascendencia japonesa en la costa oeste fueron detenidas y enviadas a uno de los diez «centros de reubicación», a cientos o miles de millas de su hogar, donde serían retenidas dichas familias durante años bajo guardia armada. Éramos el Enemigo es el relato de primera mano de Takei sobre esos años detrás del alambre de púas, los terrores y las pequeñas alegrías de la infancia a la sombra del racismo legalizado. Las decisiones difíciles de una madre, la fe probada de su padre en la democracia y la forma en que esas experiencias plantaron las semillas para su asombroso pero entonces incierto futuro.

¿Qué significa ser estadounidense? ¿Quién decide? George Takei se une a los guionistas Justin Eisinger y Steven Scott y a la artista Harmony Becker en el viaje de su vida para presentar una novela gráfica que pone los vellos de punta. Una trama que si no fuera porque sabes que tiene un bonito final (dio fuerza y forma a un ícono estadounidense), pondríamos nuevamente en entretela la forma dictatorial que ejecuta el país que tanto alardea de promover la libertad, el ser el lugar donde cumplir tus sueños.

No es oro todo lo que reluce.

En mi amada por otras muchas cosas USA, he visto las imágenes de televisión de niños emigrantes sufriendo que es muy fácil desarrollar la fatiga por compasión. Después de todo, podemos apagar el televisor sin vernos obligados a contemplar la difícil situación de ser encarcelados a una tierna edad en un lugar extraño y duro, a merced de fuerzas que realmente no comprendemos. Pero Takei ha encontrado una manera poderosa de transmitir su mensaje. Con un libro y ahora con una novela gráfica que presenta en mejor caso el tema, en mi opinión, se muestra una historia que entra hasta el fondo. Me explico: no es lo mismo leer esta historia en narrativa que en un medio que la mayoría de nosotros experimentamos por primera vez cuando fuimos niños; en cómic, en manga, dibujos con globos de diálogo y narraciones simples y escasas para ayudar a los lectores a verlo todo a través de los ojos del niño que alguna vez fue Takei. Todo muy Estudios Ghibli. Donde Takei relata cosas como que soportaron un calor sofocante y tormentas de lluvia que convirtieron el campamento en un mar de barro, comieron alimentos de mal sabor que no tenían ni idea qué eran e hicieron sus necesidades en hileras de inodoros que construyeron con trozos de madera…

Una locura.

Reseña: Un Trabajo como Cualquier Otro, de Alex W. Inker y Virginia Reeves

La descripción pura y dura de novela gráfica tiene como ejemplo lo que os reseño hoy. Un volumen súper potente en cuanto a historia y diseño que Ponent Mon lanza este 22 de Marzo. En realidad, es un destacable one-shot porque realmente -y literalmente- es una trama que va como un tiro. El álbum tiene más de ciento ochenta páginas, cual novela corta, que se lee en nada gracias al tamaño de las viñetas y al dinámico guion que permite entrar en la acción cómodamente. Insisto: la narración dinámica e historia apasionante entran en Un trabajo como cualquier otro. Y sí, esperaros una historia trágica, un duro final, de esos que se quedan en la cabeza por mucho tiempo.

Un trabajo como cualquier otro nos lleva a Alabama en los años 30 del pasado siglo, donde podemos adivinar que la vida no es de color de rosa en esta parte de USA (pese a ser el color que más abunda en las viñetas). Seguimos a un héroe que ciertamente no es perfecto, pero que con el paso de las páginas se vuelve entrañable. Disfrutas siguiendo el curso de su vida, sin embargo, admito que no entendía muy bien el porqué, en la novela original, Roscoe T. Martin acaba en la cárcel. Un trabajo como cualquier otro es la traslación a cómic de la impresionante novela de Virginia Reeves que tanto éxito tuvo en 2016. Una historia que a lo Steinbeck se convierte en una denuncia del entorno penitenciario de esta época en la que el trato a los presos fue muy cruel y el sistema de reintegración no ayudaba nada de nada. Fácil imaginar lo infernal que sería si encimas eras de color.

La sombra del maestro John Steinbeck (De Ratones y Hombres, Las Uvas de la Ira), se cierne sobre esta obra. Mismo marco, mismos destinos rotos, misma amarga esperanza. Si buscas animarte, no te arriesgues a leer este cómic; va sobre la vida y la denigración del ser humano. La miseria, la mala suerte, el racismo, el absurdo y la violencia del mundo carcelario, todo está puesto en su sitio para presionar una y otra vez a Roscoe T. Martin, un tipo que no es perfecto pero que está haciendo todo lo posible por salir adelante mientras la crisis económica hace furor en tierras norteamericanas. No obstante, me encantó la cadena de eventos que terminaron destrozando al personaje central. Este personaje, que está lejos de ser perfecto, me conmovió más allá de sus defectos. Alex W. Inker tras la trama de Virginia Reeves no le escatima nada y, por tanto, revela toda su humanidad. Esta historia, por supuesto, denuncia el sistema penitenciario de la época pero sigue siendo muy actual cuando toca temas como la reintegración o la necesidad de poder prosperar en el trabajo.

El tratamiento gráfico de Alex W. Inker es plenamente adecuado para esta historia. Sus personajes, rayados en lo grotesco, son un eco perfecto del absurdo y horror de la situación en la que se enredan al máximo.

Algunos pasajes son estupendos, como en el que el compañero de celda de Roscoe, carpintero de profesión, está encantado con el trabajo que le encarga la penitenciaria que es… ¡Una nueva silla eléctrica! Y en ese tono todo. Lo que se hace por una reducción de condena, ¿no? Roscoe, por supuesto, ofrece sus servicios como electricista para tal efecto también. Un trabajo duro y convincente, ¿no? Madre-del-amor-hermoso. Un trabajo como cualquier otro se recomienda encarecidamente a los amantes de las historias que dan que pensar. Las puertas de la penitenciaría se cerrarán pronto, y ahí es donde acaba una vida. Al menos, por el momento. Roscoe es un electricista de renombre que se lanzará a la ilegalidad por salvar la granja de su esposa. Se topa entonces con veinte años de reclusión. Le espera un mundo en el que nunca pensó…

Diálogos sencillos, rostros marcados por la vida, gráficos en dos tonos con líneas grandes en tinta negra anticuada y en líneas rojas o planas. Una edición un tanto «vintage» que le viene que ni pintada a la historia. Pero esta historia comienza con un hecho trágico, y termina con un nuevo drama. La vida misma.

Novedad muy-muy calentita que no deberías perderte.

Reseña: Bajo la Luna. Una historia de Catwoman, de Lauren Myracle e Isaac Goodhart

En estos días de incertidumbre que quizás pensábamos que nunca los íbamos a vivir en primera persona, muchos de nosotros disfrutamos de una historia sobre el empoderamiento, especialmente cuando son víctimas que terminan por convertirse en sus propios héroes. En el film, la Capitana Marvel tenía mucho de esto en mente. Esencialmente, Carol Danvers desafió explícitamente a quién le dice que haga frente a quién quiere ser e incluso le llega a decir en un momento dado a su ex-mentor: «No tengo nada que demostrarte». Estas son ideas geniales, diferentes, REALES. Por que el nivel de prepotencia en la gente de cierta edad, gente que no se deja enseñar por sus mayores o semejantes con más experiencia, a estas alturas, sobrepasa todos los limites. Por supuesto, elaborar una historia en torno a ese tema es arriesgado. En el caso de la Capitana, su personalidad permaneció prácticamente estática a pesar de la pérdida de memoria, el lavado de cerebro y el eventual triunfo. Habría que preguntarse entonces: ¿Se lleva esto en los genes? ¿Está dentro de nosotros en un lugar al que aún no le hemos puesto nombre? Probable. Muy probable. El contraste aquí es que la mayoría de esos personajes maduran frente a la tragedia y eso, sencillamente eso, es lo que nos deja una sonrisa en los labios después de leer una buena obra.

La versión de Selina Kyle que crea la guionista Lauren Myracle no es diferente. En Bajo la Luna: Una historia de Catwoman, con frecuencia se muestra de una manera que parece que deberías estar impresionado por lo que hace, antes y después de huir de casa. El cómic comienza con la frase: No es por quejarme pero mi vida es lo peor. Es dura pero una frase que todo joven y adulto ha pensado o dicho alguna vez. ¿O no? Y ya estás enganchado, por que estremece. Eché entonces un ojo a la autora y no fue sorprendente ver que el trabajo de Lauren Myracle es exclusivamente ficción para jóvenes, como The Internet Girls, The Fashion Disaster That Changed My Life… Pero no confundamos esta descripción con un ataque a la literatura juvenil o libros dirigidos a chicas jóvenes; tratar estos temas, sinceramente, me parece una de las cosas más difíciles del arte de escribir. Creo que se necesitan muy malas experiencias vividas, así como un don, para saber trasladarlo bien a una trama. Cosa que Myracle hace divinamente en Una historia de Catwoman. Tan fácil como en ciertos momentos la historia te pone los pelos de punta.

En Bajo la Luna: Una historia de Catwoman, Selina es rebelde a la forma común: pequeños robos, defendiendo al niño gay de la escuela, insultos con la servilleta mojada, finge ser una solitaria cuando tiene al menos dos amigos que parecen disfrutar de su presencia. Y las cosas se ponen raras y se vuelven escalofriantes de nuevo cuando tiene un encuentro imaginario con un gato gigante del cielo que le dice que ahora es Catgirl, que su nombre real es Catgirl y no Selina. Y luego está Bruce Wayne.

Me gusta como está hecho Bruce. Un chico decente que es amable con todos, y como sospecha que Selina está pasando un mal momento, le abre la puerta de su casa, a lo que, por supuesto, ella se niega porque es una Catgirl independiente. Si no fuera por que lo encontré demasiado perfecto para un tipo que vio cómo asesinaban a sus padres… Bueno, con el adulto que muestran normalmente los cómics me pasa lo mismo. Lo chulo es, que con un guiño a la continuidad, Selina está enamorada de él y ella intenta negarlo. Se cuenta aquí que son amigos desde preescolar o algo así. Pero hay algunos elementos más interesantes, como que Selina se une a una pequeña banda de inadaptados y poco a poco se convierte en un modelo a seguir. La joven traumatizada del grupo es toda una ladrona. Esta es probablemente la parte narrativa que más se disfruta del volumen. Está genial. Así como otros villanos conocidos que van apareciendo.

El diseño de personajes del ilustrador Isaac Goodhart es bueno, simple, pero lo suficientemente detallado para mostrar una amplia gama de expresiones sin mucha repetición. La paleta de colores limitada se utiliza maravillosamente y durante la lectura, a veces, me puse a repasar algunas viñetas de paisajes grandes donde Goodhart establece una perspectiva y una profundidad impresionante.

La pregunta es: ¿Alguien en Gotham tuvo una infancia feliz?

Feliz Día de los Enamorados.